miércoles, 27 de mayo de 2009

¿ETICA O MORAL? En el filosofar transmoderno





La filosofía occidental nos ha enfrentado a opuestos binarios en forma disyuntiva, sometiéndonos a un discurso reductivo y obviando el sentido de la persona como totalidad. El pensamiento moderno nos ha envuelto en bellos discursos y nobles aspiraciones; pero, no han resulto los problemas morales de las personas concretas, los postmodernos declaran que su proyecto ha fracasado, no hay salida. Para nosotros la respuesta es el Transmodernismo. La posibilidad de modernismo y pensar las críticas del postmodernismo, una forma de conjugar los opuestos en complementariedad, donde la ética transmoderna sea un fundamentada desde la razón humana, hacia el sentimiento de la persona situada en una Vida Valiosa, consciente de su transitoriedad, en la primera parte analizo la ética postmoderna, y luego una propuesta en la ética transmoderna en una forma de pensar el futuro.

I

La ética es la teoría del comportamiento moral de los hombres en sociedad. Etica y moral se relacionan en sus orígenes etimológicos. Moral procede del latín mos o mores, “costumbre” o “costumbres, en el sentido de conjunto de normas o reglas adquiridas por hábito. La moral tiene que ver con el comportamiento adquirido, o modo de ser conquistado por el hombre.

Etica proviene del griego ethos que significa análogamente “modo de ser” o “carácter” en cuanto forma de vida también adquirida o conquistada por el hombre. Así, originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre”, hacen hincapié en un modo de conducta que no responde solamente a una disposición natural, sino es adquirido o conquistado por hábito. La ética es llamada también filosofía moral[1].

Para Marciano Vidal, se puede definir el ethos como la personalidad moral, lo que al hombre le va quedando de suyo a medida que la vida pasa: hábitos, costumbres, virtudes, vicios, modo de ser; en suma ethos, que va siendo definido a través de cada uno de los actos humanos[2].

Cuando hacemos mención de lo moral, nos remite a la existencia de una cierta regularidad en las conductas habituales de los miembros de una institución, o con mayor precisión se suele hablar de moral de una familia o institución cuando los integrantes de éstos se guían por códigos o principios más o menos rígidos. Podemos señalar tres aspectos importantes en relación con la moral; en el primer lugar, “designa un comportamiento, individual o colectivo, asignándole la propiedad de estar orientado en relación a un valor”[3]; en segundo lugar, el propio uso del lenguaje indica prescribir un comportamiento acorde con la moral y la buenas costumbres, pero se inviste de cierta autoridad de tal manera se ejerce una presión o coerción pública del acatamiento generalizado de ella; en tercer lugar, la moral se aplica a las acciones cuya moralidad puede apoyarse en razones más generales que la mera vigencia fáctica de una costumbre[4]; es decir, teorías éticas y principios fundamentados que guían el comportamiento.

De allí que los problemas éticos se caracterizan por su generalidad[5], y esto los distingue de los problemas morales de la vida cotidiana, la ética puede contribuir a fundamentar o justificar cierta forma de comportamiento moral, como también denunciar la relación entre el comportamiento moral y las necesidades e intereses concretos de los individuos, la ética al tratar de definir lo bueno rechaza su reducción a lo que satisface únicamente a un interés personal, como expresión de una conducta egoísta como moralmente valiosa, la ética no excluye interés personal en cuanto es socialmente construido.
Por otro lado, la ética en cuanto disciplina teórica, se ha constituido en una disciplina normativa, con frecuencia esto se ha dado en la modernidad, la misión del teórico es decir a los hombres lo que deben hacer, dictándoles las normas o principios a que ha de ajustarse su conducta, la persona ética se convierte en un legislador del comportamiento moral de los individuos o de la comunidad. La tarea fundamental de la ética es la de toda teoría, explicar, esclarecer o investigar una realidad dada produciendo los conceptos correspondientes, que algunos casos corresponden a la época. De este modo, la ética es el estudio de lo que está bien y lo que está mal, de lo bueno y lo malo en la conducta humana[6], como “deber ser” de la persona humana y ello se expresa mediante un lenguaje prescriptivo y valorativo[7], que muchos postmodernos han cuestionado.

Hoy sobreabundan los discursos de ética y según Kliksberg America Latina tiene Sed de ética[8]; aún parece que la proliferación de éstos no son suficientes el problema sigue siendo moral, Néstor Blajeroff, psiquiatra y psicólogo llegó a nuestro país, nos hablaba hoy de una necesidad moral, porque hoy existe un Burn-out social[9].

II

En la vida moral, coexisten en tensión permanente dos tipos de “vida valiosa”, la que nos ofrece los medios de comunicación, con actitudes de “moda” y la otra como vida pasada con valores “anticuados”. En términos generales, podemos decir que el agente moral postmoderno encuentra una sociedad en donde lo rápido, lo fácil y lo cómodo se nos “ha vendido como lo más valioso”[10], y su vida moral ha configurado una especie de “valores”.
En el ámbito moral, está constituida por todo aquello que cada individuo vive cotidianamente en una relación de convivencia social, de allí que vemos que la vida moral postmoderna está fuertemente influenciada por un hedonismo, la felicidad es un estado de satisfacción individual. Sólo el que goza siente que está bien. Han cambiado la felicidad por el “bien-estar” (el “estar bien”)[11].

Tal como lo sostenía John Stuar Mill, el bien está en el placer y el mal en el dolor, obtener más y más placer nos hace felices, nos da seguridad. La felicidad es ausencia de dolor[12]. Por ello el dolor es evitado a toda costa, sea físico, psíquico o moral. Cualquier acción está permitida si se trata de evitar un sufrimiento[13]; por consiguiente, se justifica el divorcio, el suicidio, la eutanasia, etc.
Por otro lado, en la vida moral postmoderna, vivimos la permisividad total, si cada uno es libre, entonces, no hay reglas generales y, menos aún, imposiciones. Todo vale y todo está permitido en la medida que me sea útil y provechoso[14]. La permisividad aparece necesariamente en un tipo de aparente “sociedad pluralista y lleva consigo como consecuencia, una cuestionada “tolerancia” que se muestra en una permisividad social, muchos de los comportamientos reprochables permanecían antes en la esfera de lo privado, mientras que ahora han pasado a la esfera de lo público. Esto se ha evidenciado en los medios de comunicación—talk show, reality show, etc—. La audiencia de estos programas va creando una situación de oscurecimiento de los valores morales y va pareciendo una “conaturalidad” con relación al mal.
En este sentido, la permisibilidad en la actualidad sigue siendo válida la realidad de “escándalo”; sin embargo, no podemos considerar como un progreso moral, el paso de la clandestinidad a la publicidad, como una forma de mentalidad moral superada.
El carácter moral se reduce a vivir el presente, pues es lo único real que tenemos. Al no existir el bien y el mal en términos absolutos, le atribuimos una moralidad inmediatista a las cosas según cómo afecten el presente de cada uno. La idea de tiempo se ha borrado, el pasado no interesa, el futuro es incierto, sólo vivimos el presente. La nueva moral es light, Bernardo Kliksberg menciona que hoy tenemos sed de ética, es una forma elegante de calmar nuestra conciencia con discursos éticos, vivimos hoy una ética sin moral, según Adela Cortina.
En lo personal, la Postmodernidad ha resaltado lo individual, como lo subjetivo. Sólo existe el individuo y él es la medida de todas las cosas. De allí que el siguiente paso sea el egoísmo; “yo soy mi propio interés”, “me relaciono con los otros, para atender y satisfacer mi propio interés y he de aparentar atender al interés de los demás”. Por eso, el individuo tiene vocación narcisista, en una cultura del narcisismo heredado de la modernidad, circunscrito en una libertad negativa[15]. Por ello, el individualismo es una patología de la libertad, a la que absolutiza por encima de su sentido personal, concibiéndola ajena al encuentro con los demás[16].
Por otro lado, cada individuo es lo que es su subjetividad. Que algo valga o no, depende de lo que a cada individuo le parece. No hay reglas universales, ni mal ni bien. Cada uno define lo que quiere y lo que es bueno tal como le convenga. Sin embargo, podemos establecer valores comunes a los miembros de una asociación determinada. Para ello, nos desprendemos de nuestros intereses excluyentes de los demás y asumir un punto de vista imparcial, por lo que consideremos propios a cualquier miembro de la asociación[17], lo cual el subjetivismo se extendería a un comunitarismo, etnocentrismo, una posibilidad en la medida que el hombre deje de buscar su propia conveniencia.
En otro aspecto, el sentido de lo personal en la vida postmoderna, está dado en tanto como individuo depende tanto de su cuerpo que, al final, es lo que su cuerpo es. Este merece especial atención como fuente de goces y de preocupaciones de la “cultura física”, convertida en un fin en sí mismo, la ética está siendo reemplazada por la estética[18].
En el ámbito de lo social, muchas personas ven a la sociedad como un simple agregado de individuos, que valen solamente en función de sí mismos, en la medida que en ella están sus oportunidades. Dentro de esta mane­ra de pensar y de “valorar” a la sociedad,[19] así tenemos el consumismo, vivimos en una cultura de mercado. Los individuos han dejado de ser personas, para ser considerados compradores o vendedores[20]. El tener me hace mejor, del que no tiene[21], no sirve para nada; el no tener rebaja a una persona y el tener enaltece. El hombre de hoy tiene hambre de cosas, las necesite o no. Cuantas más tiene, siente mayor seguridad personal. Parte de su prestigio y su valor personal y social depende, entonces, de lo que consume.
El mercado es socialmente decisivo. Fomenta las relaciones sociales, la riqueza, el éxito y las igualdades y/o desigualdades. Vales según lo que tienes y no según lo que eres. Y lo que vales sólo se aprecia y circula a través del mercado, capaz de abarcarlo todo y de comercializarlo todo. Cosas y personas, entonces, tienen un precio, pues son mercancías[22], una visión mercantilistas de las relaciones sociales. Nos vamos olvidando del sentido social de nuestro ser y la necesidad de los otros como fundamento de nuestra vida moral.
En lo político, la actividad política está devaluada y vista con sospecha. Ha perdido las virtudes de obra colectiva, de participación, de esperanzas y de decisión. Se respira una desconfianza, los políticos son el blanco de acusaciones, rechazos y hasta de burlas. Se considera la política, por lo general, como una actividad poco seria, deshonesta e irres­ponsable.
Realmente existe en la actualidad una devaluación de toda la actividad política y de sus actores, son pocos los que son conscientes; pero no les interesa la vida pública, se ha caído en un conformismo o indiferencia. Lo mejor es dejar que las cosas sigan por su propio camino, sin comprometerse con nada ni con nadie. Las per­sonas sienten que en esta sociedad cada uno vive “en si” y “para sí”, y depende únicamente de su propio esfuerzo personal, de su propio trabajo.
En el ámbito religioso, la vida postmoderna en la sociedad actual ha reducido todo a la esfera privada, adaptándo­la a su actual manera de ser, sin necesidad de justificaciones, sin compromisos ni responsa­bilidades. Ahora cada sociedad y cada individuo tiene su propia “religión” su propio “dios”, hecho a su justa medida. Es un “dios” poco exigente e indefinido; es decir, light, que deja vivir sin molestar. La vivencia religiosa se ha vuelto emocional se centra solo en los sentimientos, en dar rienda suelta a las emociones; pero sin ninguna exigencia de pensamiento, de aceptación e interiorización consciente del contenido religioso. Se tiene, incluso, una visión pragmatista[23] de la religión; la religión es buena y válida en la medida que me hace sentir bien.
La religión es concebida, también, como una oportunidad para nuevas experiencias, para encontrar lo desconocido, y hasta, para vivir la expe­riencia personal de nuevas revelaciones, contactos y fuerzas cósmicas.
La vida postmoderna cada vez más deshumaniza a la persona, lo vuelve un ser con pocas esperanzas, la incertidumbre lo domina y lo único que le queda es vivir una ética camaleónica, es decir, vivir las circunstancias y obtener el máximo beneficio.

Bauman describe en su obra Ética postmoderna, no hay propuesta, no hay salida, lo que nos queda, es vivir una forma de cinismo moral; pero, en este momento de mayor desesperanza, necesitamos albergar una esperanza. E, Morin nos presenta la Esperanza Ética[24], donde lo imposible se presente como lo más posible, también me lo dijo un niño en Buenos Aires, le dije que era muy filosófico y no me lo creyó; y es que el planteamiento de Morin, el pensamiento complejo, encierra la simplicidad de la mente del niño, el pensamiento cristiano nos habla de volver a ser como niños para entrar al Reino de los Cielos; pero, éste ya no es un pensamiento postmoderno, no se trata de volver al pasado, sino de crear un nuevo espacio, un nuevo discurso, una nueva cultura, yo le llamo transmoderna.

III

Siguiendo una concepción cíclica de la historia, podemos considerar que el progreso vital del individuo es cíclico; avanza hacia cotas crecientemente superiores de entropía, de homogeneización y aleatoriedad, de acuerdo con la Segunda Ley de la Termodinámica[25], la cual afecta a todos los sistemas en equilibrio inestable, incluidas, según Erwin Laszlo[26], las sociedades ¿Por qué no se pensó nunca que el universal evolutivo social acaso no fuera solamente lineal y que pudiera ser cíclico? Lo cíclico se agota después de una larga duración. Nos retrotrae a aquel universo caótico y multiforme; sin embargo, puede surgir un orden nuevo que, tal vez, no sea pernicioso, que implique la reconciliación de los contrarios, el concierto entre lo uno y lo múltiple en una armonía de la cual somos parte, como lo mencionaba Heráclito.

El tiempo cíclico nos recuerda a una modernidad cansada y el abismo al que de continuo se enfrenta la vida humana[27], se podría considerar que la expresión de caos se ha dado en la cultura del postmodernismo[28], en su versión más radical y hoy percibimos una nueva luz en la transmodernismo, un nueva forma de pensar en el futuro.
En lo trans Marisa Belausteguigoitia[29] reconoce un nuevo campo epistemológico. Para la autora lo trans es la palabra importante que hay que entender. Lo trans no es un inter (entre territorios), sino un “más allá de”. Con lo trans se genera otro territorio.
No se pasa una frontera sino que se transgrede. Una frontera se la cruza o atraviesa, se la penetra, tal vez se la transforma, o se la supera. Los contenidos de esos espacios, de esos cuerpos que se atraviesan quedan transgredidos, afectados. Lo trans aplaza o desplaza. Al decir lo trans se cambia la perspectiva del sujeto y su relación con el objeto. Lo trans genera un campo de existencia de algo complejo.
La autora también propone el manejo del término de "transmodernidad", para ella es un territorio en el que pueda superarse las identidades binarias y opuestas de raza o de género creadas por el paradigma nacional. Piensa entonces en un tipo de modernidad que pueda acoger otros sujetos y nuevos conocimientos creados a partir de esas nuevas subjetividades. Las chicanas son un ejemplo de translingüismo, transexualismo o transnacionalismo. Las chicanas son trans-todo. Ellas logran hacer estas inversiones que vienen junto con inversiones sexuales, con inversiones de la lengua, con inversiones de la nación. Esta sería la antítesis al modo de Hegel, y no una nueva síntesis, al modo como lo proponemos, la propuesta de la autora, genera nuevos conflictos de roles, la transgresión provoca mayor violencia y entonces tenemos una Masculinidad Tóxica al modo de Sergio Sinay, o mujeres masculinizadas según Nuria Aguilar[30], las transgresiones de roles, pueden incrementar la soledad y el vacío, la ausencia de compromisos evidencias lo que Zygmunt Barman, se refería las relaciones de bolsillo[31], la autora nos permite reconocer nuestra situación, pero no nos permite disolver el problema al modo del segundo Wittgenstein, parece que hoy la filosofía debería recobrar su función terapéutica.
Por otro lado, para Rosa María Rodríguez Magda, de la universidad de Valencia en su libro La sonrisa de Saturno, también propone la idea de Transmodernidad, para ella es el retorno, la copia, la pervivencia de una Modernidad débil, rebajada, ligth. La zona contemporánea transitada por todas las tendencias, los recuerdos, las posibilidades; transcendente y aparencial a la vez, voluntariamente sincrética en su “multicronía”. La Transmodernidad es una ficción: nuestra realidad, la copia que suplanta al modelo, un eclecticismo canallesco y angélico a la vez. La Transmodernidad es lo postmoderno sin su inocente rupturismo, la galería museística de la razón, para no olvidar la historia, que ha fenecido, para no concluir en el bárbaro asilvestramiento cibernético o mass-mediático; es proponer los valores como frenos o como fábulas, pero no olvidar, porque somos sabios, porque nuestro pasado lo ha sido. La Transmodernidad no es un deseo o una meta, simplemente está, como una situación estratégica, compleja y aleatoria no elegible; no es buena ni mala, benéfica o insoportable... y es todo eso juntamente... Es el abandono de la representación, es el reino de la simulación que se sabe real[32].
La autora buscaba ser un punto de arranque para vertebrar una teoría que, siendo irreverente, abriera caminos frente a las corrientes post que estaban embarrancando en un callejón sin salida, fascinados por una utilización excesivamente literaturizante de sus términos, enmarcado en un eclecticismo, como en un relativismo social y gnoseológicamente nihilista. La autora propone una teoría de retorno a una Modernidad débil, light¸ con una tendencia al sincretismo, y un acercamiento a lo antes irreconciliable. La propuesta de Rosa María Rodríguez gira en torno entre lo postmoderno y transmoderno. Consideramos que aún es un postmodernismo, una modernidad débil o al modo de Vattimo una forma de Pensamiento Débil, sin compromisos y una forma de sincretismos sin sentido, siempre light.

En otro sentido, el pensador mexicano Enrique Dussel[33] utiliza el concepto en el marco teórico emanado de la teología de la liberación y la reflexión sobre la identidad latinoamericana. Para Dussel la modernidad es un concepto hegemónico basado en el dominio y la exclusión del Otro: la periferia, los indígenas, el pueblo, las mujeres y los pobres.

La filosofía de la liberación pretendería ejercer una razón utópica desde el respeto a las particularidades. La transmodernidad y la poscolonialidad funcionan como medios de localización y hallazgo de nosotros mismos; son instrumentos de autonominación que revelan las diversas formas en que nuestra propia territorialización nos ha llevado a la desterritorialización de los demás. Implica afirmar lo negado, lo oculto por las modernidad y lo rechazado por la postmodernidad. Ambos, la transmodernidad y la poscolonialidad, son intentos de pensar el cristianismo, desde una óptica marginal de manera tal que las dimensiones espaciales y temporales puedan ser contempladas simultáneamente, y resignificadas.

En este sentido se entenderían por teorías transmodernas todas aquellas que, procedentes del tercer mundo de la periferie, reclaman un lugar propio frente a la modernidad occidental. Existe pues para Dussel un talante crítico, cristiano, de defensa de los excluidos, aunado a la percepción de una necesaria incorporación de la voz del otro, que pretende cohesionar en su uso de la noción de transmodernidad, parece que el estudio de Dussel, se configura al modo del proceso de Deconstrucción, propuesto por Derridá, el juego de opuestos binarios, reconoce el centro y lo marginal, luego ubicándose en un descentro, y su nuevo marginal; por ello, se hace necesario el estudio de la emergencia de los estudios subalternos, de la epistemología fronteriza protagoniza la reflexión del postcolonianismo latinoamericano, que se manifiesta también en denominaciones como razón post/imperial/occidental/colonial según W.D. Mignolo o la noción de Culturas híbridas[34] de N. García Canclini, consideramos que siguen siendo expresiones de un postmodernismo tardío.

Hemos analizado de manera muy breve las diversas concepciones que se han dado al término transmodernidad, consideramos que lo trans tiene que ver con la posibilidad de penetrar los límites y transformar los contenidos de estos límites, crear nuevos espacios de territorialidad, reconocer lo opuestos binarios; pero, no para superarlos sino para complementarlos, para concebir un todo. En este proceso se crea el transmodernismo, una cultura, una actitud que se gesta en un nuevo tiempo cronos y kairos, un espacio no sólo objetivo, sino subjetivo, vivimos una necesidad de estudios transdisciplinarios, de reconocimiento de identidades transnacionales, de producciones artísticas de transvanguardia, etc.
III

Consideramos que el pensamiento transmoderno, está creando un nuevo espacio, un poco moderno y postmoderno, una conciencia de la evolución cíclica y complementaria del análisis de sentido de vida. Penetrar los límites y transformar los contenidos de estos límites, de poder llegar a superar binarios y opuestos sin anularlos sino complementarlos en uno nuevo; pero más complejo, en una forma de agente emergente, se trata de la construcción de formas históricas sociales, que confieren un sentido radicalmente nuevo a los elementos mismos que le preceden .

Este es un momento de ansiedad permanente, un estado en el que ninguna forma que emerge tiene posibilidades de solidificarse ni de sobrevivir durante mucho tiempo, en otras palabras se trata de un estado de indecisión, sino de imposibilidad de decisión; convencionalmente se dice de crisis; sin embargo, asumiría el sentido de etimológico de la palabra crisis[35], es decir, es tiempo de tomar decisiones que permitan el mejor sentido de la vida, es una época como de tránsito, para hombres concientes de su transitoriedad[36], en el camino, para hombres un poco modernos y también postmodernos, que buscan la verdad, pero que recuestionan verdades legitimadas, que cuestionan la ciencia tradicional y buscan fundamentos epistemológicos, que ven al hombre como un ser inacabado, y poseedor de esencia[37]; rechazan todo tipo de concepción dualista ya que el hombre es una totalidad, donde razón y sentimiento se complementan como un todo en el ser humano.

El pensamiento transmoderno, se va respirando en nuevos intelectuales como Ziauddin Sardar y Edgard Morin, el primero expresamente transmoderno y el segundo con un aire de familia al modo del primero.
Para Ziauddin Sardar[38] ¿Qué significa un futuro transmoderno? Para explicarlo es necesario distinguir entre postmodernidad y transmodernidad. La postmodernidad representa aquello que viene tras la modernidad; por eso ha sido descrita en ocasiones como “la lógica del tardo-capitalismo”, ha seguido una trayectoria lineal que, arranca con el colonialismo, continúa con la modernidad y desemboca en la postmodernidad o postmodernismo.

El postmodernismo afirma que todas las grandes ideas que han configurado nuestra sociedad, como la religión, la razón, la ciencia, la tradición, la historia, la ética, el marxismo, etc.; no resisten un escrutinio filosófico. La verdad no existe, y todo aquello que nos prometa la certidumbre total es una farsa. Debe ser abandonado.

Es más, el postmodernismo sugiere que no existe una realidad última. Vemos lo que queremos ver, lo que nuestra posición espacio-temporal nos permite, enfocados por nuestra percepción histórico-cultural. En lugar de realidad, lo que tenemos es un océano de imágenes; un mundo donde la distinción entre imagen y realidad se ha perdido, como un performance.

Para el autor, el transmodernismo va más allá de la modernidad; trascendiéndola. A diferencia del postmodernismo, no es una proyección lineal. Podemos entenderlo mejor con la ayuda de la “teoría del caos”. El transmodernismo es la transferencia de la modernidad desde el límite del caos hacia un nuevo orden social. Así pues, el transmodernismo y la tradición no son dos cosmovisiones opuestas, sino una síntesis novedosa de ambos. Las sociedades tradicionales utilizan su capacidad para el cambio, haciéndose transmodernas sin perder su identidad a pesar de ello. Ambos términos de la ecuación son importantes: el cambio se produce y se consolida, mientras que los principios de la tradición, fuente de su identidad y espiritualidad, permanecen inalterables. Podemos definir un futuro transmoderno como una síntesis entre una tradición que estructura la existencia –y que es susceptible de cambio y transición- y una nueva forma de modernidad que respeta los valores y los estilos de vida de las culturas tradicionales. Es en este sentido en el que las comunidades tradicionales no son premodernas, sino transmodernas. Para Sardar la mayor parte del mundo musulmán está compuesto por sociedades tradicionales, que extraen de su tradición su fuerza vital, podemos considerarlo como transmoderno antes que pre-moderno, al igual que sucede en América Latina.

El mundo contemporáneo proporciona a la tradición la oportunidad de avanzar, sin dejar de ser lo que siempre ha sido, una fuerza adaptativa. El problema es que, la adaptación, por mucha que sea, no la libera del yugo de la marginalidad, la incomprensión y la tergiversación. No hay nada que pueda destronar la idea fija que de la “tradición” tiene el mundo occidental.

El transmodernismo no habla de enfrentamiento, o de un falso sentido de grandeza propia, sino de simbiosis entre lo moderno y lo postmoderno. Su meta es sustitución de la globalización homogeneizadora por lo que Anwar Ibrahim denomina “convivencia global”, es decir, la enriquecedora y armoniosa experiencia de vivir juntos.
Por otro lado, E. Morin[39], podría considerarse un exponente más del pensamiento transmoderno con su concepción de pensamiento complejo, donde el individuo como una unipluralidad, comprende tres instancias trinitarias, individuo-sociedad- especie, donde al mismo tiempo es natura y cultura, su propia afirmación comporta principios de exclusión y de inclusión, de antagonismos y complementariedad. El principio de exclusión asegura la identidad singular del individuo, el principio de inclusión inscribe el Yo en la relación con el prójimo, es reconocer nuestro egoísmo y nuestro altruismo, la fuente ética se encuentra en la religación con el prójimo, la comunidad y la sociedad, ya que la ética es religación y la religación es ética hacia una ética de la comprensión, yo diría una hermenéutica de la antropoética.
Para Morin, el futuro es una sociedad compleja que abarca la diversidad, no elimina los antagonismos y las dificultades de vivir, sino que comporta más religación, más comprensión, más consciencia, más solidaridad, más responsabilidad ¿Es posible esto? Se pregunta el autor. También aquí esto es imposible por el presente, pero este imposible es de quienes sí son posibles. De la desesperanza surge la esperanza ética[40].
III

En el pensamiento transmoderno que proponemos nos lleva a la inclusión, nuestras diferencias son para distinguirnos, no para separarnos, nuestras particularidades culturales y personales nos permite vincularnos, para integrarnos en un todo, una forma de globalización personalizada como lo dice E. Trunkhardt, una unipluralidad al modo E. Morin, para ser una nostridad según Marciano Vidal, no como un “nosotros y ellos” según Xavier Etxeberria [41], sino como un siempre nosotros, porque hemos llegado a conjugar relaciones vinculares, hemos creado según Nestor Blajeroff un Organismo Vincular Viviente, como lo planteaba Teilhard de Chardin[42], el Reino de Dios, como una gran familia, una prodigiosa operación biológica, ya en Pablo y Juan mencionaba que el crear, culminar y purificar al mundo es para Dios unificarlo con la unión orgánica en El.

Es por ello, que aquellos que no forman parte de nosotros, no son “ellos”, todavía no se dan cuenta que forman parte de nosotros, cuando lleguemos a conjugar nuestras ideas, acciones y ese todo intersubjetivamente, seremos más conscientes de nuestra comunidad, nuestra nostridad, nuestro Organismo Vincular Viviente, como lo pedía Cristo, un solo Cuerpo, una sola Iglesia, somos una sola comunidad la Comunidad Humana, no existe la comunidad no-humana, o somos humanos o no lo somos, una actitud dentro un pensamiento transmoderno es integrar lo disperso, lo distinto, creando un nuevo espacio metal y social; pero real.

El futuro según Morin es la ética de la Religación, es la ética de forjar relaciones, vínculos, la postmodernidad nos ha sumergido en el aislamiento y la soledad; en un estado permanente de diversión, hoy nos tenemos que sumergirnos en la convicción de que es posible una ética de la responsabilidad mutua o de la co-responsabilidad según Kar Otto – Apel, para ello no es suficiente el diálogo y el reconocimiento mutuo como personas, sino el vivir juntos, el respetarnos en la acción, en la palabra y en la mente, es la totalidad de nuestro ser y de nuestra relaciones vinculantes, reconocernos y aceptarnos mutuamente como personas.

Es necesario la dupla ético-moral, ya no pueden ser distintas nuestras justificaciones y otras nuestras acciones; pero, nuestras acciones necesitan ser justificadas, y la justificación orienta nuestras acciones, hoy necesitamos una fundamentación ético-moral en la totalidad de nuestro ser, como seres humanos, reales y concretos, es necesario reorientar nuestra vida en la razón; pero, no en esa razón instrumental y calculadora o racionalismo, esa no funciona, anula, extermina, esa ha muerto para la ética, la razón en su total dimensión, con una escucha atenta a nuestros sentimientos y emociones, sin caer en los emocionalismo, un ser nosotros mismos en nuestra cultura y en la simplicidad de nuestra naturaleza humana, y en nuestra complejidad de nuestra cultura como persona, es el momento de asumir el sentido de la vida en nuestra mente, en nuestro cuerpo.

Una ética transmoderna está fundada en la libertad de hacer siempre el Bien, en un contexto de vínculos de confianza, de religación permanente, de un sentido de fraternidad de permanente solicitud- cuidado-donación, en una necesidad de pedido de ayuda, frente a la incapacidad y limitación de resolver sólo un problemas o enfrentar una situación; de cuidado- protección en el sentido de paternidad-maternidad de ayudar a crecer saludablemente, en un signo de humildad y generosidad, orientándonos a la actualidad de las propias posibilidades, de la esperanza del perfeccionamiento y de la realidad de nuestra propia imperfección, que es posible superar en una vinculación permanente.

La ética transmoderna, nos interpela frente a nuestra responsabilidad de futuro, frente al destino de la tierra y el cuidado del medio ambiente, y reconocer que la tierrra es nuestra casa.

La Vida transmoderna es una vida de necesidad de afecto y de donación de amor permanente, deseoso de recibir afecto y de donarse en su perfeccionamiento.

Hablamos hoy, ya no sólo de calidad de vida, sino de una Vida Valiosa, que en muchos casos es alejado de la suntuosidad de los bienes materiales y se convierte en la construcción de una convivencia pacífica, sana y armoniosa con un prójimo- situado y real, no con un hombre a lo lejano abstracto y despersonalizado. La Vida Valiosa es en el pensar ser pobre, necesitado de palabras, afecto y amor de los amigos y siempre deseoso de donarse en el amor, el amor nos hace crecer y nos enriquece, es compromiso entero, es poner el cuerpo juntos.

Frente al enorme índice de esterilidad y de personas solas, la Vida Valiosa es realizarnos en una vida matrimonial y familiar, es ser uno con un ser distinto, con un mismo espíritu de buscar y realizar una Vida Valiosa, un compromiso que se extiende asumir la maternidad-paternidad, con responsabilidad-cuidado-donación; es verse como una mujer protegida y amada por un hombre que a su vez es admirado por otros hombres, la comprensión mutua, de ser comprendido en su propia naturaleza, hace que nos reconozcamos como diferentes- complementarios necesarios para formar un Uno, un Organismo Vincular viviente, construido por nuestra propia libertad, donde la confianza y la amistad nos une.






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PONENCIA PRESENTADA EN EL CONGRESO DE FILOSOFIA POLITICA Y ETICA, Universidad experimental Simón Rodríguez, Núcleo La Grita. VENEZUELA

[1] Austin Fagothey, Etica. Teoría y aplicación, 1
[2] Marciano Vidal y Pedro Santidrian. Etica personal. Las actitudes éticas, 30
[3] Osvaldo Guariglia, Cuestiones morales, 11
[4] Ibid., 2
[5] Bria Llátzer y otros. Etica y Convivencia, p. 13
[6] Austin Fagothey, Op. Cit., 2
[7] V. Rodríguez, Etica, 20
[8] Bernardo Kliksberg (Comp.) La Agenda ética pendiente de América Latina, 11
[9] Francisco Maglio, Daniel Dabas y Nestor F. Blajerroff, Clínica del Síndrome de Burnout. Pánico amoral del la indiferenciación, 39
[10] Juan Garza y Susana Patiño, Educación en valores, 17
[11] Loc. Cit.
[12] John Sutuar Mill, El utilitarismo, 40
[13] Osvaldo Cuadro, Los hijos piden. En un mundo consumista, 27
[14] Teología Pastoral “Fray Martín” de la Diócesis de Chosica. Antropología filosófica,62.
[15] Miguel Giusti, Alas y Raíces, Ensayos sobre ética y modernidad, 284. Libertad negativa se define más por lo que rechaza que por lo que afirma.
[16] Ch. Taylor. Etica de la autenticidad, 56 y ss. En Concepción Naval y Francisco Altarejos Masota. Op. Cit., 184
[17] Luis Villoro, El poder y el valor. Fundamentos de una ética política, 67
[18] Victor Massuh, ¿Hacia una estetización de los valores”. En Jerome Bindé, ¿Hacia dónde se dirigen los valores?, 107
[19] Teología Pastoral “Fray Martín” de la Diócesis de Chosica. Antropología filosófica,63
[20] Néstor, Garcia Canclini, Consumidores y Ciudadanos. Grijalbo, México, 1995.
[21] Osvaldo Cuadro, Los hijos piden. En una sociedad consumista, 28
[22] Teología Pastoral “Fray Martín” de la Diócesis de Chosica. Antropología filosófica,63
[23] Willian James, Pragmatismo, 39
[24] E. Morin, El Método: Etica, 199
[25] Jairo Roldán, La Complementariedad: una filosofía para el siglo XX, 153
[26] Erwin Laszlo, La ciencia y el campo akádico. Una teoría integral del todo. http://www.adebate.com/descargas/Saber/FragmentopromoCienciaycampoAkasico.pdf
[27] Celso Sánchez Capdequí, Imaginación y sociedad. Una hermeneútica creativa de la cultura, 80
[28] Foster, Hal, (ed), La postmodernidad, 11
[29] Marisa Belausteguigoitia, Directora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Universidad Autónoma de México (UNAM). http://www.lai.fu-berlin.de/es/e-earning/projekte/frauen_konzepte/projektseiten/konzeptebereich/be_trans/contexto.html
[30] Reflexiones de la Cátedra de Mujeres en la FEMEC Buenos Aires, Argentina.
[31] Zygmunt Barman, Amor líquido, 38
[32] Rosa María Rodríguez Magda “Transmodernidad; La globalización como totalidad transmoderna”. En Revista de Occidente, Nº4. 2007, www.alfonselmagnanim.com/
[33] Enrique Dussel. “Transmodernidad e Interculturalidad. Interpretación de la Filosofía de la liberación” UAM, México 2005. En www. afl/.org/avat.pdt
[34] Nestor García Caclini, Culturas Hibridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad, 19
[35] Etimológicamente se acerca más a criterio— principio para tomar decisiones correctas— fue Hipócrates quien recogió el verbo griego κρινειη (usado como “decidir”, “determinar”)
[36] José Isacson. La revolución de la persona, 179
[37] Ibid., 121
[38] Ziauddin Sardar, “Islam y occidente en un mundo transmoderno”. En http://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/48/islam_y_occidente.htm
[39] Edgard Morin. El Método. Etica, 22
[40] Ibid., 199
[41] Xavier Etxeberria, Ética de la diferencia. En el marco de la Antropología cultural, 210
[42] Teilhard de Chardin, El fenómeno humano, 356

martes, 16 de diciembre de 2008

TRANSMODERNISMO. Una forma de pensar el futuro.

Nuestra sociedad nos lleva a reconocer nuestra propia transitoriedad en un mundo en el que las incertidumbres cada vez se hacen más agobiantes y las certezas son casi inexistentes, reconocemos nuestra comprensión tan limitada de la realidad humana, la sociedad y el mundo. Hoy es importante que nos reconozcamos como diferentes e iguales, como eternos y finitos como inmanentes y trascendentes, como algo simple y complejo a la vez, es tiempo de ingresar a un diálogo a fin de reconocernos como personas en este camino que nos toca transitar con pequeños espacios de descanso en un mundo cambiante, el futuro es incierto; pero cabe una esperanza y nosotros lo construimos, es preciso que reflexionemos de aquello que vivimos, aquello que nos preocupa, es un una época del Transmodernismo.

En la primera parte analizaremos los aspectos históricos de transmodernismos y la transmodernidad, en la segunda parte autores que se pueden considerar transmodernos y finalmente mi conclusión personal.

I

Siguiendo una concepción cíclica de la historia, podemos considerar que el progreso vital del individuo es cíclico; avanza hacia cotas crecientemente superiores de entropía, de homogeneización y aleatoriedad, de acuerdo con la Segunda Ley de la Termodinámica[1], la cual afecta a todos los sistemas en equilibrio inestable, incluidas, según Erwin Laszlo[2], las sociedades ¿Por qué no se pensó nunca que el universal evolutivo social acaso no fuera solamente lineal y que pudiera ser cíclico? Lo cíclico se agota después de una larga duración. Nos retrotrae a aquel universo caótico y multiforme; sin embargo, puede surgir un orden nuevo que, tal vez, no sea pernicioso, que implique la reconciliación de los contrarios, el concierto entre lo uno y lo múltiple en una armonía de la cual somos parte.

El tiempo cíclico nos recuerda a una modernidad cansada y el abismo al que de continuo se enfrenta la vida humana[3], se podría considerar que la expresión de caos se ha dado en la cultura del postmodernismo[4], en su versión más radical y hoy percibimos una nueva luz en la transmodernismo, un nueva forma de pensar en el futuro.
En lo trans Marisa Belausteguigoitia[5] reconoce un nuevo campo epistemológico. Para la autora lo trans es la palabra importante que hay que entender. Lo trans no es un inter (entre territorios), sino un “más allá de”. Con lo trans se genera otro territorio.
No se pasa una frontera sino que se transgrede. Una frontera se la cruza o atraviesa, se la penetra, tal vez se la transforma, o se la supera. Los contenidos de esos espacios, de esos cuerpos que se atraviesan quedan transgredidos, afectados. Lo trans aplaza o desplaza. Al decir lo trans se cambia la perspectiva del sujeto y su relación con el objeto. Lo trans genera un campo de existencia de algo complejo.
La autora también propone el manejo del término de "transmodernidad", para ella es un territorio en el que pueda superarse las identidades binarias y opuestas de raza o de género creadas por el paradigma nacional. Piensa entonces en un tipo de modernidad que pueda acoger otros sujetos y nuevos conocimientos creados a partir de esas nuevas subjetividades. Las chicanas son un ejemplo de translingüismo, transexualismo o transnacionalismo. Las chicanas son trans-todo. Ellas logran hacer estas inversiones que vienen junto con inversiones sexuales, con inversiones de la lengua, con inversiones de la nación. Esta sería la antítesis al modo de Hegel, y no una nueva síntesis, al modo como lo proponemos, la propuesta de la autora, genera nuevos conflictos de roles, la transgresión provoca mayor violencia y entonces tenemos una Masculinidad Tóxica al modo de Sergio Sinay, o mujeres masculinizadas según Nuria Aguilar[6], las transgresiones de roles, pueden incrementar la soledad y el vacío, la ausencia de compromisos evidencias lo que Zygmunt Barman, se refería las relaciones de bolsillo[7], la autora nos permite reconocer nuestra situación, pero no nos permite disolver el problema al modo del segundo Wittgenstein, parece que hoy la filosofía debería recobrar su función terapéutica.
Por otro lado, para Rosa María Rodríguez Magda, de la universidad de Valencia en su libro La sonrisa de Saturno, también propone la idea de Transmodernidad, para ella es el retorno, la copia, la pervivencia de una Modernidad débil, rebajada, ligth. La zona contemporánea transitada por todas las tendencias, los recuerdos, las posibilidades; transcendente y aparencial a la vez, voluntariamente sincrética en su “multicronía”. La Transmodernidad es una ficción: nuestra realidad, la copia que suplanta al modelo, un eclecticismo canallesco y angélico a la vez. La Transmodernidad es lo postmoderno sin su inocente rupturismo, la galería museística de la razón, para no olvidar la historia, que ha fenecido, para no concluir en el bárbaro asilvestramiento cibernético o mass-mediático; es proponer los valores como frenos o como fábulas, pero no olvidar, porque somos sabios, porque nuestro pasado lo ha sido. La Transmodernidad no es un deseo o una meta, simplemente está, como una situación estratégica, compleja y aleatoria no elegible; no es buena ni mala, benéfica o insoportable... y es todo eso juntamente... Es el abandono de la representación, es el reino de la simulación que se sabe real[8].
La autora buscaba ser un punto de arranque para vertebrar una teoría que, siendo irreverente, abriera caminos frente a las corrientes post que estaban embarrancando en un callejón sin salida, fascinados por una utilización excesivamente literaturizante de sus términos, enmarcado en un eclecticismo, como en un relativismo social y gnoseológicamente nihilista. La autora propone una teoría de retorno a una Modernidad débil, light¸ con una tendencia al sincretismo, y un acercamiento a lo antes irreconciliable. La propuesta de Rosa María Rodríguez gira en torno entre lo postmoderno y transmoderno. Consideramos que aún es un postmodernismo, una modernidad débil o al modo de Vattimo una forma de Pensamiento Débil, sin compromisos y una forma de sincretismos sin sentido, siempre light.

En otro sentido, el pensador mexicano Enrique Dussel[9] utiliza el concepto en el marco teórico emanado de la teología de la liberación y la reflexión sobre la identidad latinoamericana. Para Dussel la modernidad es un concepto hegemónico basado en el dominio y la exclusión del Otro: la periferia, los indígenas, el pueblo, las mujeres y los pobres.

La filosofía de la liberación pretendería ejercer una razón utópica desde el respeto a las particularidades. La transmodernidad y la poscolonialidad funcionan como medios de localización y hallazgo de nosotros mismos; son instrumentos de autonominación que revelan las diversas formas en que nuestra propia territorialización nos ha llevado a la desterritorialización de los demás. Implica afirmar lo negado, lo oculto por las modernidad y lo rechazado por la postmodernidad. Ambos, la transmodernidad y la poscolonialidad, son intentos de pensar el cristianismo, desde una óptica marginal de manera tal que las dimensiones espaciales y temporales puedan ser contempladas simultáneamente, y resignificadas.

En este sentido se entenderían por teorías transmodernas todas aquellas que, procedentes del tercer mundo de la periferie, reclaman un lugar propio frente a la modernidad occidental. Existe pues para Dussel un talante crítico, cristiano, de defensa de los excluidos, aunado a la percepción de una necesaria incorporación de la voz del otro, que pretende cohesionar en su uso de la noción de transmodernidad, parece que el estudio de Dussel, se configura al modo del proceso de Deconstrucción, propuesto por Derridá, el juego de opuestos binarios, reconoce el centro y lo marginal, luego ubicándose en un descentro, y su nuevo marginal; por ello, se hace necesario el estudio de la emergencia de los estudios subalternos, de la epistemología fronteriza protagoniza la reflexión del postcolonianismo latinoamericano, que se manifiesta también en denominaciones como razón post/imperial/occidental/colonial según W.D. Mignolo o la noción de Culturas híbridas[10] de N. García Canclini, consideramos que siguen siendo expresiones de un postmodernismo tardío.

Hemos analizado de manera muy breve las diversas concepciones que se han dado al término transmodernidad, consideramos que lo trans tiene que ver con la posibilidad de penetrar los límites y transformar los contenidos de estos límites, crear nuevos espacios de territorialidad, reconocer lo opuestos binarios; pero, no para superarlos sino para complementarlos, para concebir un todo. En este proceso se crea el transmodernismo, una cultura, una actitud que se gesta en un nuevo tiempo cronos y kairos, un espacio no sólo objetivo, sino subjetivo, vivimos una necesidad de estudios transdisciplinarios, de reconocimiento de identidades transnacionales, de producciones artísticas de transvanguardia, etc.
III

Consideramos que el pensamiento transmoderno, está creando un nuevo espacio, un poco moderno y postmoderno, una conciencia de la evolución cíclica y complementaria del análisis de sentido de vida. Penetrar los límites y transformar los contenidos de estos límites, de poder llegar a superar binarios y opuestos sin anularlos sino complementarlos en uno nuevo; pero más complejo, en una forma de agente emergente, se trata de la construcción de formas históricas sociales, que confieren un sentido radicalmente nuevo a los elementos mismos que le preceden .

Este es un momento de ansiedad permanente, un estado en el que ninguna forma que emerge tiene posibilidades de solidificarse ni de sobrevivir durante mucho tiempo, en otras palabras se trata de un estado de indecisión, sino de imposibilidad de decisión; convencionalmente se dice de crisis; sin embargo, asumiría el sentido de etimológico de la palabra crisis[11], es decir, es tiempo de tomar decisiones que permitan el mejor sentido de la vida, es una época como de tránsito, para hombres concientes de su transitoriedad[12], en el camino, para hombres un poco modernos y también postmodernos, que buscan la verdad, pero que recuestionan verdades legitimadas, que cuestionan la ciencia tradicional y buscan fundamentos epistemológicos, que ven al hombre como un ser inacabado, y poseedor de esencia[13]; rechazan todo tipo de concepción dualista ya que el hombre es una totalidad, donde razón y sentimiento se complementan como un todo en el ser humano.

El pensamiento transmoderno, se va respirando en nuevos intelectuales como Ziauddin Sardar y Edgard Morin, el primero expresamente transmoderno y el segundo con un aire de familia al modo del primero.
Para Ziauddin Sardar[14] ¿Qué significa un futuro transmoderno? Para explicarlo es necesario distinguir entre postmodernidad y transmodernidad. La postmodernidad representa aquello que viene tras la modernidad; por eso ha sido descrita en ocasiones como “la lógica del tardo-capitalismo”, ha seguido una trayectoria lineal que, arranca con el colonialismo, continúa con la modernidad y desemboca en la postmodernidad o postmodernismo.

El postmodernismo afirma que todas las grandes ideas que han configurado nuestra sociedad, como la religión, la razón, la ciencia, la tradición, la historia, la ética, el marxismo, etc.; no resisten un escrutinio filosófico. La verdad no existe, y todo aquello que nos prometa la certidumbre total es una farsa. Debe ser abandonado.

Es más, el postmodernismo sugiere que no existe una realidad última. Vemos lo que queremos ver, lo que nuestra posición espacio-temporal nos permite, enfocados por nuestra percepción histórico-cultural. En lugar de realidad, lo que tenemos es un océano de imágenes; un mundo donde la distinción entre imagen y realidad se ha perdido, como un performance.

Para el autor, el transmodernismo va más allá de la modernidad; trascendiéndola. A diferencia del postmodernismo, no es una proyección lineal. Podemos entenderlo mejor con la ayuda de la “teoría del caos”. El transmodernismo es la transferencia de la modernidad desde el límite del caos hacia un nuevo orden social. Así pues, el transmodernismo y la tradición no son dos cosmovisiones opuestas, sino una síntesis novedosa de ambos. Las sociedades tradicionales utilizan su capacidad para el cambio, haciéndose transmodernas sin perder su identidad a pesar de ello. Ambos términos de la ecuación son importantes: el cambio se produce y se consolida, mientras que los principios de la tradición, fuente de su identidad y espiritualidad, permanecen inalterables. Podemos definir un futuro transmoderno como una síntesis entre una tradición que estructura la existencia –y que es susceptible de cambio y transición- y una nueva forma de modernidad que respeta los valores y los estilos de vida de las culturas tradicionales. Es en este sentido en el que las comunidades tradicionales no son premodernas, sino transmodernas. Para Sardar la mayor parte del mundo musulmán está compuesto por sociedades tradicionales, que extraen de su tradición su fuerza vital, podemos considerarlo como transmoderno antes que pre-moderno, al igual que sucede en América Latina.

El mundo contemporáneo proporciona a la tradición la oportunidad de avanzar, sin dejar de ser lo que siempre ha sido, una fuerza adaptativa. El problema es que, la adaptación, por mucha que sea, no la libera del yugo de la marginalidad, la incomprensión y la tergiversación. No hay nada que pueda destronar la idea fija que de la “tradición” tiene el mundo occidental.

El transmodernismo no habla de enfrentamiento, o de un falso sentido de grandeza propia, sino de simbiosis entre lo moderno y lo postmoderno. Su meta es sustitución de la globalización homogeneizadora por lo que Anwar Ibrahim denomina “convivencia global”, es decir, la enriquecedora y armoniosa experiencia de vivir juntos, una forma de globalización personalizada.
Por otro lado, E. Morin[15], podría considerarse un exponente más del pensamiento transmoderno con su concepción de pensamiento complejo, donde el individuo como una unipluralidad, comprende tres instancias trinitarias, individuo-sociedad- especie, donde al mismo tiempo es natura y cultura, su propia afirmación comporta principios de exclusión y de inclusión, de antagonismos y complementariedad. El principio de exclusión asegura la identidad singular del individuo, el principio de inclusión inscribe el Yo en la relación con el prójimo, es reconocer nuestro egoísmo y nuestro altruismo, la fuente ética se encuentra en la religación con el prójimo, la comunidad y la sociedad, ya que la ética es religación y la religación es ética hacia una ética de la comprensión, yo diría una hermenéutica de la antropoética.
Para Morin, el futuro es una sociedad compleja que abarca la diversidad, no elimina los antagonismos y las dificultades de vivir, sino que comporta más religación, más comprensión, más consciencia, más solidaridad, más responsabilidad ¿Es posible esto? Se pregunta el autor. También aquí esto es imposible por el presente, pero este imposible es de quienes sí son posibles. De la desesperanza surge la esperanza ética[16].

IV

No es entonces una época en el que la modernidad ha fracasado, o sea un proyecto inacabado[17], es una época distinta, de decisión, de construir, de dar esperanza en la desesperanza, de forjar vínculos de confianza, de religación, de reconocer al prójimo, de ver a la verdad en un acontecer de vida y un camino de permanente construcción de una época de mostrar la luz, una época que inauguramos hoy, porque albergamos una esperanza y tomamos una decisión de construir un nuevo espacio, superior a la modernidad y a la postmodernidad, es una época de transmodernismo, José Isaacson , se refiere a un segundo Renacimiento, donde el hombre concreto es el protagonista de un nuevo humanismo, es el hombre total que ha asumido el proyecto de ser persona, en un Universo policéntrico, que intenta subrayar la unidad de la cultura, pues ya no se trata de enfrentar el arte y la ciencia, filosofía y la religión, sino reunirlos en una unidad enriquecedora y dialéctica[18], es una época que lo dice todo, lo reúne todo; pero es real en la medida que nos demos cuenta que éste también es un aire trasmoderno, donde todos en una diversidad cultural, nos reconocemos como diferentes e iniciamos un diálogo una forma de ecumenismo cultural, un ecumenismo racial, un ecumenismo religioso, son los aires de la globalización personalizada, son los aires de un nuevo pensamiento necesario para nuestra convivencia, como individuos, como sociedad, como especie, como criaturas, son pensamientos y reflexiones para un futuro Transmoderno.

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[6] Reflexiones de la Cátedra de Mujeres en la FEMEC Buenos Aires, Argentina.
[7] Zygmunt Barman, Amor líquido, 38
[8] Rosa María Rodríguez Magda “Transmodernidad; La globalización como totalidad transmoderna”. En Revista de Occidente, Nº4. 2007, www.alfonselmagnanim.com/
[9] Enrique Dussel. “Transmodernidad e Interculturalidad. Interpretación de la Filosofía de la liberación” UAM, México 2005. En www. afl/.org/avat.pdt
[10] Nestor García Caclini, Culturas Hibridas, Estrategias para entrar y salir de la modernidad, 19
[11] Etimológicamente se acerca más a criterio— principio para tomar decisiones correctas— fue Hipócrates quien recogió el verbo griego κρινειη (usado como “decidir”, “determinar”)
[12] José Isacson. La revolución de la persona, 179
[13] Ibid., 121
[14] Ziauddin Sardar, “Islam y occidente en un mundo transmoderno”. En http://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/48/islam_y_occidente.htm
[15] Edgard Morin. El Método. Etica, 22
[16] Ibid., 199
[17] J. Habermas. El discurso filosófico de la Modernidad, 397
[18] José Isacson. Op. Cit., 5
Artìculo Publicado por la Universidad Complutense de Madrid, en el IV Congreso Internacional de la Sociedad Académica de Filosofía. "Pensar el Futuro". Febrero del 2009.

martes, 2 de septiembre de 2008

LA LEY NATURAL UNA ETICA DE MINIMOS

Frecuentemente se discute sobre la posibilidad de la fundamentación de una ética universalista, suele mencionarse que debe haber algo que de firmeza algunos principios éticos mínimos. Sin ese algo caeríamos en el nihilismo, subjetivismo, relativismo, y en el escepticismo; sin embargo, resulta posible fundamentar una propuesta a partir de la ley natural, como principio mínimo inscrito en la naturaleza de la persona humana y eso es lo que pretendemos presentar en este artículo.

En la primera sección, se presentará una breve introducción de lo que constituye el nihilismo, subjetivismo y relativismo ético; en una segunda sección, un análisis sucinto del universalismo ético; en la tercera sección la ley natural; en la cuarta, la visión de la Iglesia Católica y finalmente conclusiones a las que se ha llegado.



I

Es usual en algunas personas escuchar “dame una razón para hacer algo; nada tiene sentido”[1] o “por qué hay algo que yo tuviera o debiera hacer?”[2], ésta es la exigencia a un argumento capaz de justificar determinadas acciones; sin embargo, Williams Bernard, menciona inducirle a interesarse por una conducta moral por vía del razonamiento, es muy dudoso que pueda existir tal cosa. Lo que necesita es ayuda, esperanza, no razonamientos; aunque, exista implícitamente alguna razón por mínima que sea ésta; pero, tales razonamientos que se exigen serían capaz de hacer argumentos en contra aquellas personas que se dicen amorales y capaz de persuadirlos; sin embargo, es la irracionalidad lo que los domina, “no se trata de un hombre sin moral, sino de un hombre con una moralidad peculiar”[3], una moralidad distinta en algunos casos compartida por un grupo social y en otros casos “subraya que otras personas tienen una moralidad diferente”[4], esta es la idea del subjetivista. Pero de ningún modo, no puede haber sociedad sin algunas reglas morales, esto no significa que un grupo social, pueda marginar, rechazar o tratar como enemigo aquel hombre amoral, ya que no puede pensar en justificaciones.

Para los subjetivistas los juicios morales de un hombre, consignan sus propias actitudes, no se puede decir si son verdaderos o falsos, su valor le es asignado por el propio hombre, pero es evidente que existan desacuerdos morales y que puedan entrar en conflicto; y no hay forma de mostrar que una postura es correcta o errónea, ya que éstas no se refieren a hechos factuales, la moralidad no es reflejar el mundo, sino cambiarlo, “la moralidad se refiere a cosas tales como principios de acción, elección, responsabilidad”[5]; los subjetivistas, deben reconocer que si cada uno tiene sus propias actitudes morales, individual, particular y diferente a cada uno, los demás no podríamos entenderlos, ni comunicarnos; sin embargo debe existir algún principio que hace posible entender esa conducta moral, de allí la necesidad de ciertos principios capaces de ser aceptados por todos o grupos sociales.

Por otro lado, es correcto para una sociedad dada o cada sociedad tiene sus propios estándares, son proposiciones que trata el relativismo moral, donde existe un reconocimiento de la pluralidad de las culturas[6], y existe la aceptación de la diversidad, y la no destrucción de las culturas más débiles, obviamente respaldada por una tolerancia; sin embargo, hasta qué punto debiéramos ser tolerantes a todo tipo de práctica moral? Actuar así, es dar lugar a un relativismo vulgar; pero, es una confusión extraer “un principio a priori no relativo para determinar la actitud de una sociedad hacia otra; ésto es imposible”[7]. Sin embargo no podemos negar que existen rasgos inherentes a la moralidad, y que solamente se aplican a una sociedad, de allí que se sostenga la existencia de ciertos elementos presentes en toda moralidad y que hagan posible una universalización de la ética.

II

Es posible que muchas personas influenciados por los nihilistas, subjetivistas y relativistas, dejen de preocuparse por los problemas morales; sin embargo, como mencionaba Rawls, “lo que revela nuestra naturaleza moral no son los fines elegidos, sino justo la capacidad racional para elegir fines”[8], de allí que existen preocupaciones humanas que son universales, y que contienen elementos compartidos claramente transculturales, por ejemplo, la confianza o creedibilidad de las predicciones[9].

Vemos ese ideal de la configuración de una ética universalista, en el ideal kantiano de dignidad, ya que aporta al reconocimiento del potencial humano universal, la confianza en la capacidad de todos los hombres para dirigir su vida por principios, capaz de ser imitados por otros. Según Savater, la dignidad y la humanidad se fundan en la solidaridad, la más alta realización del ideal ético al que puede asumirse comunitariamente.[10]

A lo largo de la historia de la Filosofía, se ha encontrado esa misma preocupación de la búsqueda de ese “algo” capaz de ser aceptado por todos; pero, aún muchas personas se resisten a investigarlo y en muchos casos hasta aceptarlo.

La Humanidad siempre ha aspirado a principios universales que regulen la vida humana para una mejor convivencia; su fundamento sólo hay que buscarlo en nuestra propia naturaleza, donde la recta razón a manera de una ‘ley natural’, guía nuestra vida hacia el bien común.

Los filósofos griegos fueron los primeros en elaborar una doctrina de la ‘ley natural’, Heráclito, Aristóteles y los filósofos estoicos; éstos últimos pensaban que el cosmos esta ordenado respondiendo a un principio racional, logos o llamado también Dios, alma o destino. Toda naturaleza humana es parte del cosmos, vivir conforme a la ley natural es vivir en armonía con la propia naturaleza, pensamiento que será seguido por Cicerón y Séneca.
Santo Tomás de Aquino, ha sido quien mejor ha analizado la ley natural, ésta es la participación de la criatura racional en la ley eterna, ya que sólo es posible distinguir el bien y el mal mediante el conocimiento natural de la razón.
En la edad moderna, la ley natural es analizada a partir del Iusnaturalismo moderno, representado por T. Hobbes, consideraba que la ley de la naturaleza es el dictado de razón, conocedora de aquellas cosas que deben hacerse u omitirse para la conservación de la vida, ya que debe esforzarse fundamentalmente para conseguir paz y seguridad[11]. Para el filósofo empirista John Locke, el estado de naturaleza tiene sus propias leyes por las que gobierna y obliga a todos, al igual que San Pablo, esta ley esta escrita en el corazón de todos los hombres, ya que el fin de la ley natural es la paz y la conservación de su propia vida y de la humanidad entera. Locke confiere mayor importancia al derecho de la propiedad privada como derecho natural[12].

Kant al igual que Rousseau consideran que en el estado de naturaleza el hombre poseía la libertad como principio a priori, pero éste no se podía garantizar por la inseguridad reinante, de allí la necesidad de un contrato social. Para Kant, el estado de naturaleza se rige por derecho privado y se fundamenta en la justicia conmutativa[13].

La concepción del iusnaturalismo moderno, dejará de tener vigencia en la reflexión filosófica a partir de las críticas de David Hume; no obstante es durante el siglo XIX que el espíritu crítico dominó las discusiones sobre ley natural, ya que su misma existencia se creía improbable; pero, los rezagos de la Segunda Guerra Mundial, reavivaron el interés por hallar una norma superior que regule las relaciones de los hombres en sus fundamentos últimos, estamos haciendo referencia a la Declaración de los Derechos Humanos, ésta se constituyó en un principio ético-moral, fundado en la propia naturaleza humana.
Si la reflexión filosófica en momentos históricos aceptó la ley natural y en otros no, la Doctrina de la Iglesia no abandonó tal reflexión, y aunque ésta no le confiere un papel protagónico, no la olvidado ya que la ‘ley natural’ como lo señalaba San Pablo está escrita en el corazón de todos los hombres que nos manda ante todo hacer el bien y evitar el mal. La ley natural ordena siempre obrar según la razón para alcanzar los fines fundamentales del hombre, en la construcción de una sociedad humana basada en la justicia, solidaridad y libertad.

III

Para Jorge Adame, la referencia natural del actuar de la persona hacia la verdad acerca de su propio perfeccionamiento o verdad sobre el hombre, le hace ver la relación de conveniencia o disconveniencia de sus actos con su perfeccionamiento. Esa relación en cuanto es algo evidente, no dependiendo de la voluntad, aunque cognoscible por su razón, se manifiesta como una ley que rige el comportamiento de la persona en orden de su perfección, ley que es llamada ley moral o ley natural y que la persona debe respetar[14], en cuanto son primeros principios del orden moral[15].

El derecho natural está constituido por prescripciones de la razón natural que enuncian un deber de justicia. Estas prescripciones son parte de la llamada ley natural[16]. Para Javier Hervada, el estudio pormenorizado de la ley natural, no corresponde a la ciencia del derecho natural, sino a la filosofía moral.

El punto de partida para Hervada reside en advertir que la ley natural no se trata de una teoría, sino de un hecho. Por tanto, la llamada teoría o doctrina de la ley natural no es otra cosa que la explicación científica de ese hecho de experiencia, que es un dato natural del hombre[17].

Para el autor, el hecho de la experiencia en relación a la conducta humana, nuestra razón no juzga como indiferentes todos los actos que el hombre físicamente puede realizar, sino con independencia de las leyes dadas por los hombres, emite juicios de obligación: debe hacerse esto, debe evitarse aquello. En conexión con estos juicios deónticos emite juicios estimativos o de valoración: está bien tal acto, está mal haber hecho tal cosa. Estos juicios giran en torno a dos nociones, una contraria a la otra, que son las del bien y del mal. Planteadas por Santo Tomás de Aquino, el bien o lo bueno es lo que debe hacerse; el mal o lo malo es lo que debe evitarse. Es la razón lo que nos permite hacer tal distinción.

El bien y el mal se refieren a lo que llamamos ámbito ético o moral, es decir a la conducta humana en cuanto está o no de acuerdo con lo que es el hombre, con su ser y con sus fines.

En otras palabras, los juicios deónticos — del deber— aparecen como una ley del obrar, como norma vinculante de conducta, que puede obedecerse o quebrantarse. Y como ley objetiva, distinta de las elecciones, preferencias e intereses del sujeto. Los juicios deónticos de razón, con carácter de norma vinculante o ley, que todo hombre observa en sí, con independencia de lo establecido por la sociedad, es lo que se denomina ley natural[18].

Esta ley es natural, porque no procede de factores culturales, sino de la estructura psicológico-moral del ser humano. Es una operación natural de nuestra inteligencia. La experiencia personal de cada uno muestra que es; de lo contrario, si no fuese una operación natural, no existiría la disociación entre lo que comprendemos que debe hacerse y no queremos hacer, o que debe evitarse y queremos hacer, porque la razón se limitaría a enunciar lo único que captaría, que sería la preferencia de nuestra voluntad. Para Hervada el hombre normal sería amoral y se limitaría a juicios “técnicos” de conveniencia, interés y utilidad[19].

Por tanto, la conciencia del deber obedece necesariamente a una estructura mental de la razón práctica. Por lo demás es claro que si los juicios deónticos obedecen a una estructura natural de la razón práctica y hay un núcleo fundamental de tales juicios que son independientes de la sociedad, lo cual es evidente, la existencia de una ley natural[20].

La noción de derecho y ley natural, permanece como una herencia duradera de la filosofía jurídica y moral. Su importancia, trasciende al horizonte de circunstancias y de tiempo que la explican históricamente. Representa una actitud fundamental del cristiano ante el problema de la vida y de la sociedad. Ha sobrevivido a Santo Tomás de Aquino, así como al catolicismo medieval.

IV

A lo largo de la historia de la filosofía y la teología, la ley natural ha sido analizada desde diversas perspectivas; sin embargo, es el planteamiento de Santo Tomás de Aquino, el que aún se mantiene vigente y nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II

La norma de la Encíclica Humanae vitae afecta a todos los hombres, en cuanto que es una norma de la ley natural y se basa en la conformidad con la razón humana (cuando ésta, se entiende, busca la verdad). Con mayor razón ella concierne a todos los fieles, miembros de la Iglesia, puesto que el carácter razonable de esta norma encuentra indirectamente confirmación y sólido sostén en el conjunto de la "teología del cuerpo". Desde este punto de vista hemos hablado, en anteriores análisis, del "ethos" de la redención del cuerpo.
La norma de la ley natural, basada en este "ethos", encuentra no solamente una nueva expresión, sino también un fundamento más pleno antropológico y ético, bien sea en la palabra del Evangelio, bien sea en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.[21]

Como vemos, la ley natural, no sólo encuentra una expresión más plena en el fundamento antropológico y ético, sino también en la palabra del Evangelio o en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.

Hay, pues, razones suficientes para que los creyentes y, en particular los teólogos relean y comprendan cada vez más profundamente la doctrina moral de la Encíclica en este contexto integral.

La unidad de los dos aspectos del problema ­de la dimensión sacramental (o sea, teológica) y de la personalística­ corresponde a la global "revelación del cuerpo". De aquí se deriva también la conexión de la visión estrictamente teológica con la ética, que nace de la "ley natural". En efecto, el sujeto de la ley natural es el hombre no sólo en el aspecto "natural" de su existencia, sino también en la verdad integral de su subjetividad personal.


En la Edad Media, era frecuente encontrar disensiones y errores fuera del camino de Dios; pero, la razón humana, con sus fuerzas y su luz natural, podían llegar al conocimiento verdadero y cierto de un Dios único y personal, que con su Providencia sostiene y gobierna el mundo, producto de la ley natural impresa por el Creador en nuestras almas; sin embargo, no son pocos los obstáculos que impiden a la razón el empleo eficaz y fructuoso de su potencia natural.

Porque las verdades, que se refieren a Dios y a las relaciones entre los hombres y Dios, rebasan completamente el orden de los seres sensibles y cuando entran en la práctica de la vida y la informan, exigen el sacrificio y la abnegación propia. Seguir el camino de Dios, es lograr el bien común, para una mejor convivencia, entre los hombres en una vida social más sana; sin embargo, encuentran grandes problemas que van en contra el bien común, como es el aborto y la eutanasia

El Papa Juan Pablo II, en un encuentro en Denver[22], considera que existe una crisis actual en torno a la ley natural una reflexión profunda del tema de la vida, nos debería conducirnos a una conciencia más profunda de la contradicción interna que existe en una parte de la cultura de la metrópoli moderna y postmoderna.

Muchas naciones recogieron ciertos derechos inalienables en sus Constituciones, en concordancia con los Derechos del hombre, para el Papa Juan Pablo II, lo hicieron porque reconocían la existencia de una ley, esculpida por el Creador en el corazón y en la conciencia de cada persona.

En gran parte del pensamiento contemporáneo, no se hace referencia a esa ley garantizada por el Creador, ya que sólo queda a cada persona la posibilidad de elegir este o aquel objetivo como conveniente o útil en un determinado conjunto de circunstancias, tal como lo plateaba Peirce y Dewey en su pragmatismo a inicios del siglo XX; y posteriormente en la década de los 80’ con la llamada Postmodernidad, el valor del presente, el hedonismo, el rechazo a la razón y a todo metarrelato ( ciencia, filosofía y religión); fundamentará la ética y la moral, en principios convenientes de acuerdo a las circunstancias, donde se configura el más exacerbado pragmatismo- postmoderno, — Richar Rorty—. Por tanto, para estas concepciones éticas, no existe nada que se considere intrínsecamente bueno y universalmente vinculante, el relativismo en todas sus formas, es algo que esta presente.

Los postmodernistas al rechazar la existencia de la Verdad; pero, al afirmar los derechos y no tener ninguna referencia a una verdad objetiva, carecen de cualquier base sólida. Por ello, existe una gran confusión en amplios sectores de la sociedad acerca de lo que está bien y lo que está mal.

Al no tener un referente claro de fundamento ético, las personas se sujetan a quienes hoy tienen el poder de crear opinión e imponerla a los demás en un proceso de persuasión continua[23]. Su discernimiento o reflexión de lo bueno y lo malo, no de da por un proceso de razón práctica, ley natural, es casi imposible, ya que según G. Sartori, la naturaleza del hombre es hoy la de un homo videns.

El homo sapiens al utilizar un lenguaje abstracto desarrolla su capacidad de pensamiento, razón; pero, desde el momento en cual éste deja de hacer abstracciones y se convierte en un homo videns, guiado por sus sensaciones y percepciones, pierde su capacidad de entender y crear símbolos. Gad Lerner, considera que “la televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella nuestra capacidad de entender”[24].

Para Giovanni Sartorri, el lenguaje conceptual es sustituido por un lenguaje perceptivo y concreto, que es significativamente más pobre, no solo en cuanto a palabras, sino en cuanto a la riqueza de significados, es decir, la capacidad connotativa, el fundamento moral y ético, no es producto de una ley natural, sino del carácter emocional e intuitivo de nuestro actuar, de acuerdo a las circunstancias del presente.

La crisis de la moral y la ética desde los 80’ y el predominio de un neoliberalismo en diversos ámbitos de desenvolvimiento humano, han llevado mitificar la libertad sin límites y responsabilidades, las personas sin guía y una obligación moral, han llevado a la crisis de la familia, donde esta se ha visto especialmente atacada.

De allí, que la libertad del individuo le lleva a legitimar derechos que violan derechos humanos, y por tanto niegan el carácter sagrado de la vida humana, aprueban el aborto, la eutanasia, la pena de muerte, etc.

Por tanto, como lo menciona el papa Juan Pablo II, los miembros más débiles de la sociedad son los que corren mayor riesgo: los no nacidos, los niños, los enfermos, los minusválidos, los ancianos, los pobres y los desocupados, los inmigrantes, los refugiados y el Sur del mundo[25].

Frente a las posturas pragmáticas-postmodernas, la crisis de la ética y la moralidad a fines del siglo XX, hoy nos preguntamos ¿existe un fundamento mínimo, capaz de ser considerado por “todos”? o ¿cuál es ese último fundamento, que nos permite distinguir el bien y el mal?

V

El hombre, debe hacer libremente el bien y evitar el mal; pero, para ello debe distinguir el bien y el mal, y esto sucede, gracias a la luz de la razón natural, para los cristianos es el reflejo en el hombre del esplendor del rostro de Dios, para los no cristianos existe dentro de nuestro estado psicológico-moral, una operación natural de nuestra inteligencia que permite distinguir el bien y el mal. De esta manera, la ley natural, asume esta denominación no por relación a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la promulga es la propia naturaleza humana.

Asumimos la urgencia y la dificultad de este compromiso, conscientes de que todo ser humano está llamado a actuar en el mundo concreto de hoy: un mundo incierto y cambiante, tentado de sacrificar la trascendencia por la inmanencia, y los valores supremos por valores inmediatistas, e inclinado a refugiarse en el convencionalismo pragmático, en vez de la búsqueda de la Verdad y el Bien común.



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[1] Bernad Williams. 1991. Introducción a la ética, Madrid: Ediciones Cátedra, 17
[2] Loc. cit.
[3] Ibid., 17
[4] Ibid., 26
[5] Ibid., 46
[6] Fernando Salmerón. Etica y Diversidad Cultural, 67
[7] Willians Bernad. Op. cit., 36
[8] J. Rawls. 1973. Teoría de la Justicia,71
[9] Fernando Salmerón. Op. cit., 68
[10] Fernando Savater. Invitación a la ética, 78
[11] HOBBES. Leviathan, cap. XIV, 106
[12] LOCKE, John. Two Treatises of Government, § 6, 22, 57.
[13] José Fernandez Santillan. “Locke y Kant”. Ensayos de Filosofía Política, 62
[14] Jorge Adame. Cuadernos Constitucionales. México- Centroamérica N° 21 Naturaleza, Persona y Derechos Humanos , 156
[15] Santo Tomas de Aquino. Suma Teológica, 1-2 q.94 a.1, 126
[16] Javier Hervada, Introducción crítica al Derecho natural , 138
[17] Ibid., 139
[18] Ibid., 141
[19] Ibid., 142
[20] Loc. cit.
[21] JUAN PABLO II, “La norma moral de la Encíclica Humanae vitae sobre el acto matrimonial” - 18/7/1984 http://www.servidoras.org.ar/cgi- olioisa.dll/vida.nfo
[22] Pedro Lasanta (editor). Diccionario Social y Moral de Juan Pablo II, 321
[23] Umberto Eco, Cinco escritos morales, 75-80
[24] Gionanni Sartori, Homo Videns, 47
[25] Juan Pablo II. “Discurso en la vigilia de oración en la VIII Jornada mundial de la Juventud, 14-8-1993”. En Pedro Jesús Lasanta, Op. Cit., 322