sábado, 16 de agosto de 2008

DESDE LA MIRADA DEL “OTRO”

La búsqueda incesante del hombre por la felicidad, lo ha llevado a reflexionar sobre el sentido de la vida buena, por ello podríamos decir, en la alteridad está la felicidad. Las reflexiones en torno al “otro” que he realizado, antes de este seminario, fueron a partir de las visiones postmodernas— Derrida, Lacan– como lo marginal, lo rezagado o el otro no existe, respectivamente; no obstante, Lévinas, muestra un sentido más humanizante del otro. En el presente artículo, hago referencia a ese “otro” postmoderno y luego contrapongo a Lévinas; no pretendo realizar un análisis de la obra de Lévinas, sino una relectura de la aplicación de su pensamiento a una reflexión personal como mujer, como un “otro”, de allí mi análisis final.

I

Partiré de la concepción de “otro” lacaninano, donde la identificación de uno es un registro imaginario-simbólico del lenguaje. La identidad del niño, depende de cómo asume las palabras de los padres. La relación interior se construye desde fuera, “aprendo quien soy, porque otros me lo dicen”. Lacan distingue el ideal del yo, del yo ideal. El yo ideal es la imagen que se asume y el ideal del yo es el elemento simbólico que otorga a cada cual su sitio y le indica el punto desde el cual es mirado por los demás, una mirada siempre vigilante, una especie de “otro”, esta relación es decisiva, hasta fatal; el “otro” no es sólo marginal, sino inexistente, y sin embargo es decisivo en mi construcción.

Otra concepción es la desarrollado por Slavoj Zizek, se refiere a un gran “Otro”, que es la alienación constitutiva del sujeto en el orden simbólico, el gran “Otro” maneja los hilos, el sujeto no habla, sino que “es hablado” por la estructura simbólica; el gran “Otro” es el nombre para la sustancia social, para todo lo que explica por qué el sujeto nunca domina plenamente los efectos de sus actos, es decir, por qué el resultado final de su actividad es siempre algo diferente respecto a lo que se proponía o prevía[1], producto de la alienación; pero, sigue a esta alienación la separación. La separación sucede cuando el sujeto se da cuenta de que el gran “Otro” es en sí mismo incoherente, puramente virtual, “borrado” privado de la cosa- la fantasía es un intento por llenar esta ausencia del “Otro”, no del sujeto, es decir para (re)constituir la coherencia del gran “otro”. Slavoj Zizek, considera que la fantasía y la paranoía están estrechamente ligadas, la paranoia es, en su aspecto más elemental, una creencia en el “Otro del “Otro””[2]. La era digital, muestra que nuestras vidas cotidianas, son progresivamente externalizadas-materializadas en el gran “Otro” de la red digital, al estilo de la película Matrix, puede que alguien borre nuestra identidad digital y nos prive así de nuestra existencia social, para ZizeK, convirtiéndonos en no-personas.

Por otro lado, Joel Rosnay[3], nos habla del gran “otro” como un superorganismo, una macrovida a escala planetaria, en simbiosis con la especie humana. “Esta vida hibrida, a un tiempo biológica, mecánica y electrónica, está naciendo ante nuestros ojos”, un hombre simbiótico

Un solo superorganismo planetario, sería el punto de convergencia de todas las formas de sociedades humanas, el cerebro del cibionte (cerebros humanos, ordenadores y redes de comunicación interconectadas) y su metabolismo de autoconservación (económicas y energéticas mundiales) se derivan de la coevaluación entre sociedades tecnológicamente e industrialmente avanzadas; sin embargo, éste sigue siendo el modelo hipótético, del desarrollo de la especie humana en coevolución con sus máquinas y sus organizaciones.

En este sentido, la frontera que separa lo natural de lo artificial se hacen cada vez más imprecisos. Las máquinas para procesar la información se harán cada vez más inteligentes; pero, los seres vivos van estar sometidos a modificaciones biológicas profundas gracias a las biotecnologías, numerosas funciones biológicas se podrán duplicar en máquinas. A cambio, las máquinas adquirirán características casi biológicas. La tecnología ocupa un mundo biológico y la biología invade el mundo de las máquinas. Campos recientes de la investigación como la robótica, la nanotecnología, la vida artificial, las redes neuronales, la realidad virtual o las redes planetarias de la comunicación. Las máquinas coevolucionan con el hombre. Existe un proceso continuo y las fronteras entre lo natural y lo artificial desaparecen.

Para Joel de Rosnay una moral humana, puede emerger de la simbiosis; pero, para ello tenemos que abandonar algunos privilegios. Para el Estado, aceptar una transferencia de soberanía con el fin de cooperar de forma más solidaria con otros Estados en empresas supranacionales. Para el hombre, aceptar un abandono parcial de su individualismo en beneficio de un ente más grande que él, capaz de asegurar la seguridad, bienestar y mayores poderes.

El gran desafío del futuro no será técnico, sino será humano, y la gran opción de la humanidad, será hacer más lenta la huida hacia delante de los privilegiados, organizar la sociedad y el planeta para el bien del conjunto de los hombres.

Es así que los valores económicos no son los únicos que contribuyen a la construcción del mundo, el papel de los valores humanos, morales, espirituales, es fundamental, el hombre simbiótico nace del respeto de los valores compartidos, y los que predominan en este momento enfrentan en lugar de reunir, ya que los componentes del desarrollo económico son la competitividad, valores justificados dentro del marco de la evolución dawiniana y de la lucha por la vida, pero insuficientes para construir la próxima etapa de la evolución de la humanidad.

Joel Rosnay, considera que el periodo de conquista económica e industrial de los últimos siglos, resultante de la explotación acelerada petróleo y gas natural, da prioridad a los valores “masculinos” como: competencia, conquista, dominio, crecimiento, fuerza, razón, poder, etc. La transición por la que está pasado la humanidad— fase de ordenación posindustrial o bioecológica, sociedad de la información y de comunicación— requerirá la vuelta a valores “femeninos” como la solidaridad, intuición, persuación, influencia, sentimiento, emoción, sensibilidad, etc. Para conquistar el futuro, tenemos que avanzar al mundo hacia una mayor solidaridad, justicia, equilibrio y paz, representa una mirada diferente sobre la naturaleza y la sociedad, otras formas de actuar, ejercer un control o de transmitir los conocimientos propios de los comportamientos , de las formas de reflexión y de acción de las mujeres. Valores serán indispensables para construir la sociedad del futuro y preservar el porvenir del planeta. Una nueva cultura de la complejidad o una cultura fractal e hipertextual.

Por otro lado, el icono del sujeto hoy, es tal vez el programador de computadoras hindú, quien durante el día, ejerce su destreza técnica, mientras que en la tarde, luego de regresar a su casa, le enciende una vela a la divinidad hindú local y respeta el carácter sagrado de la vaca[4]. Se suponía que el ciberespacio nos reuniría en una aldea global; sin embargo, estamos rodeados de multitud de mensajes, que pertenecen a universos incoherentes e incompatibles, en lugar de la aldea global, el gran “Otro”, nos encontramos ante la multitud de los “pequeños otros” o muchos “grandes Otros” de representaciones simbólicas.

La dificultad presentada por estas concepciones, es que a estas representaciones simbólicas, se ha dado el carácter del “Otro” o el “gran Otro”, no sólo son reconocidos como producto de nuestras propias relaciones sociales o representativas; sino, con una existencia real y aún más difícil de comprender como un “gran Ser” o una “gran- Persona”, ello nos lleva a cuestionar radicalmente su sentido de existencia; puede ese gran “Otro”, constituirse en un ser?; si la respuesta es afirmativa; sería un ser auténtico o inauténtico, que consiste en sí mismo o en otro? su existencia consistiría en otro y éste sería el hombre; entonces, dejaría de ser el gran “Otro”, aún podríamos pensar que éste, no es el gran “Otro”, sino uno de tantos gran “Otros”, una especie de nuevos superhombres al estilo de Nietszche, todos ellos creados por el hombre.

El problema no se resuelve, como lo diría Wittgenstein, sino se disuelve; por tanto, la dificultad radica en creer en una existencia real y personal de nuestras relaciones simbólicas producto de nuestro conocimiento o de nuestra propia convivencia; considero que sólo podríamos identificarlo como un otro, a aquel que es capaz de no sólo mostrar una respuesta, sino de construir mi humanidad, mi sentido ético y reflejar su alma en su mirada, sólo es otro aquel que puedo reconocerlo en su alteridad y sólo mi corazón descanzará, cuando haya visto el verdadero gran Otro—la trascendencia—. San Agustín decía que sólo deseaba conocer a Dios y el alma; no hay que extender el Gran Otro a nuevas formas de construcción social, los nuevos dioses para el hombre. Es necesario reconocer al otros como un ser real, de allí que la segunda parte, haré referencia a E. Lévinas.

II

El reconocimiento del otro desde Lévinas

En esta sección partiré de una concepción solipsista; pues, tanto uno se detiene a reflexionar se da cuenta de lo difícil que es la convivencia, la relación con los otros, esta situación no le preocuparía y se volcaría tentativamente a un amor propio[5], al estilo de F. Savater; tan pronto se da cuenta de su solipsismo, el vacío que le embarga entre el límite del ser y la nada[6], toma conciencia de su intención y se vuelvo a su mismidad y a un encuentro con un gran Otro, difícil de comprender por no decir incomprensible, puede que se abandone la tarea y se dedique a cosas más sencillas; pero, su inquietud es mucho más grande y su deseo por saber, quien es ese Otro, le lleva a buscar respuestas, a esto llama Lévinas el salir del “hay”[7]; entonces es preciso no ponerse, sino deponerse. “esta deposición de la soberanía por parte del yo es la relación social con el otro, la relación des-inter-esada”[8], es una forma de responsabilidad para con el otro; es decir, un ser- para-el- otro, podemos hablar de un salir del ser[9], a un encuentro con el otro, y éste es el verdadero sentido de la dimensión de la ética, cuando entra en escena el otro[10], solamente la alteridad es capaz de constituir a la persona como un fin en sí mismo[11], sólo la existencia del otro hace posible mi perfección y humanización, sólo el encuentro con el otro ser, es allí donde tiene sentido la existencia, por ello no podemos definir al ser, lo podemos señalar, Lévinas piensa que el acceso al rostro es la entrada ética y el reconocimiento del ser, de allí que sea la ética la filosofía primera. El otro es rostro, el rostro habla[12], en la medida en que es él que hace posible y comienza todo discurso[13].

No obstante, podría pensarse que su pensamiento rompe con las filosofías de la totalidad. Lévinas considera que el saber absoluto, tal y como ha sido buscado, prometido o recomendado por la filosofía, es un pensamiento de lo igual[14]. Sin duda, “el ser finito que somos no puede, a fin de cuentas, acabar la tarea del saber; pero, en el límite donde esta tarea está culminada, consiste en hacer que lo Otro pase a ser lo Mismo[15].

Para Lévinas el acceso al rostro, ciertamente hay también un acceso a la idea de Dios[16], es el rostro del otro, donde vemos la gloria del Infinito, que se revela por lo que ella es capaz de hacer en el testigo[17], es allí donde se completa el verdadero sentido del amor; aunque, Lévinas desconfía de la palabra “amor” por lo degradada, y pone como prueba misma el des-inter-es. No obstante, refleja un tipo de necesidad especialmente humana de los otros, la necesidad de responder ante ellos, de dar y hacerse partícipes de su existencia en donarse totalmente, y ello eso es amor al prójimo. Amar y ser amado es parte decisiva de la estructura de cada persona y están en la base de la convivencia. La medida de la humanidad de alguien, es la calidad de su amor.

El amor, como expresión personal, supone el reconocimiento, la aceptación y el respeto al otro, es disponibilidad generosa de sí mismo, correspondencia, compromiso, fidelidad, responsabilidad, dedicación y esfuerzo, voluntad de compartir y ejercicio de solidaridad[18], sólo el que ama encuentra a Dios, porque Dios es amor[19]; de allí que la persona es un ser abierto a la trascendencia.

III

El sentido de la mirada

Somos el uno-para-el- otro, en tanto que uno es guardián- del-otro-, o uno- es-responsable- del-otro, “desde el momento que el otro me mira, yo soy responsable de él”[20], dice Lévinas, asumir la responsabilidad para con el otro es para todo hombre una manera de dar testimonio de la gloria del infinito y de ser inspirado[21]; pero, también en el reconocimiento del otro me descubro como un “ yo”. Cuanto más trasciende la persona a sí mismo, tanto más actualiza su propia esencia, la persona es un ser para el encuentro. Esto implica que yo he de aceptar que el otro no es en ningún modo parecido a mí, es diferente único e irrepetible, pues también es persona. Creer en el otro desde su total unicidad significa, despojarme de mis poderes, de mi afán de dominio, de mi necesidad de satisfacción, de posesión, Mounier sostenía “solo existimos con los otros y frente a los otros, nos encontramos en los otros y no nos conocemos sino por los otros”[22].

Creo que el rostro desnudo que mencionaba Lévinas es un punto importante; pero, aún me parece más profunda la mirada, como sostenía Sartre la mirada cosifica y evidencia la presencia de los otros. Para Lévinas “la mirada sería, relativa a una posición”[23]. La visión estaría referida al cuerpo, se apoyaría en el ojo, por esencia, y no solamente de hecho; para el filósofo, el ojo no sería el instrumento mas o menos perfeccionado por el que, en la especie humana, empírica, tendría éxito en la empresa ideal de la visión que capta, sin sombras ni deformaciones, el reflejo del ser[24].

No obstante, me gustaría citar, las sagradas escrituras, el mismo que Lévinas considera como el libro por excelencia y la fuente de todas sus reflexiones[25]; “Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tu ojo recibe la luz, toda tu persona tendrá luz; pero, si tu ojo está oscurecido, toda tu persona estará en oscuridad. Procura, pues, que la luz que hay dentro de ti no se vuelva oscuridad. Si toda tu persona se abre a la luz y no queda en ella ninguna parte oscura, llegará a ser radiante como bajo los destellos de la lámpara” ( Lc. 11, 34-36).

Considero que éste es el sentido más profundo, la mirada es la luz del alma, es el lenguaje más sencillo del alma, es a través de la mirada que nos confortamos y encontramos paz o nos inquietamos y nos sentimos amenazados, he aprendido a comprender que la mirada complaciente, es la mirada de Dios, “ Déjame mirar tus ojos, quiero conocer tu alma./ Tu boca me dice algo, tus ojos me dicen claro./ Hay cosas que no podemos esconder, porque los ojos lo revelan todo.” Dice la canción. Hay que aprender a leer la mirada y reconocer a Cristo en ella, sólo María nos muestra la relación más íntima con Dios, su mirada nos revela el infinito, y nos muestra el rostro de Dios, el Papa Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, escribió un bello capítulo “contemplar a Cristo con María”, allí describe las siete miradas de María, es necesario reconocer que sólo quien vio la mirada de Dios, nos enseña el sentido más profundo del alma. Nadie se ha dedicado a la contemplación del rostro de Cristo tan fielmente y cuidadosamente que su Madre, la Virgen María.
Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: “ Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?” (Lc 2, 48); será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná (cf. Jn 2, 5); otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la 'parturienta', ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella (cf. Jn 19, 26-27); en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).

El papa Juan Pablo II nos recuerda, cuando se recita el Rosario, la comunidad cristiana está en sintonía con el recuerdo y con la mirada de María. Solo una mirada de amor, reconoce al otro en su calidad de persona, y sentido como existente, frente a otro. Solo una mirada de amor puede salvar al pecador y nos puede llevar a la Verdad, como el ciego de Betsaida ( Mc. 8, 22). El papa Benedicto XVI en la Encíclica Deus caritas est, señala “al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle, la mirada de amor que él necesita”[26]. Es la mirada de la persona honesta, sincera y llena de amor la que nos muestra la luz del alma y nos permite reconocer a Cristo en su rostro.


BIBLIOGRAFIA

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ZIZEK, Slavoj. La suspensión política de la ética, México. D.F., Fondo de Cultura Económica, 2005



[1] Slavoj Zizek, La suspensión política de la ética, 154
[2] Loc. Cit.
[3] Joel Rosnay, El hombre simbiótico, 56
[4] Ibid., 157
[5] Fernando Savater, Etica como amor propio, 37
[6] Enmanuel Levina, Etica e Infinito, 46
[7] Lévinas se refiere al “hay” en De l`existence à l`existant, es el fenómeno del ser impersonal; “ello”. En el vacío absoluto, anterior a la creación, que podemos imaginar hay.
[8] Manuel Lévinas, Op. Cit., 50
[9] Ibid., 56
[10] Umberto Eco, Cinco escritos morales, 105
[11] Marciano Vidal, Ética personal. Las actitudes éticas,38
[12] Manuel Lévinas, Op. Cit., 82
[13] Loc. Cit.
[14] Ibid., 85
[15] Loc. Cit.
[16] Ibid., 87
[17] E. Lévinas, Op. Cit., 102
[18] Instituto de Teología Pastoral “Fray Martín” de la Diócesis de Chosica. Antropología filosófica, 78
[19] I Jn. 4,8
[20] E. Lévinas, Op. Cit.,90
[21] Ibid., 105
[22] Enmanuel Mounier, “El personalismo”. En V. Rodríguez, Etica, 92.
[23] E. Lévinas, Humanismo del Otro Hombre, 23
[24] Ibid., 24
[25] Enmanuel Levinas, Etica e Infinito, 24
[26] Deus caritas est, Nº18

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