Frecuentemente se discute sobre la posibilidad de la fundamentación de una ética universalista, suele mencionarse que debe haber algo que de firmeza algunos principios éticos mínimos. Sin ese algo caeríamos en el nihilismo, subjetivismo, relativismo, y en el escepticismo; sin embargo, resulta posible fundamentar una propuesta a partir de la ley natural, como principio mínimo inscrito en la naturaleza de la persona humana y eso es lo que pretendemos presentar en este artículo.
En la primera sección, se presentará una breve introducción de lo que constituye el nihilismo, subjetivismo y relativismo ético; en una segunda sección, un análisis sucinto del universalismo ético; en la tercera sección la ley natural; en la cuarta, la visión de la Iglesia Católica y finalmente conclusiones a las que se ha llegado.
I
Es usual en algunas personas escuchar “dame una razón para hacer algo; nada tiene sentido”[1] o “por qué hay algo que yo tuviera o debiera hacer?”[2], ésta es la exigencia a un argumento capaz de justificar determinadas acciones; sin embargo, Williams Bernard, menciona inducirle a interesarse por una conducta moral por vía del razonamiento, es muy dudoso que pueda existir tal cosa. Lo que necesita es ayuda, esperanza, no razonamientos; aunque, exista implícitamente alguna razón por mínima que sea ésta; pero, tales razonamientos que se exigen serían capaz de hacer argumentos en contra aquellas personas que se dicen amorales y capaz de persuadirlos; sin embargo, es la irracionalidad lo que los domina, “no se trata de un hombre sin moral, sino de un hombre con una moralidad peculiar”[3], una moralidad distinta en algunos casos compartida por un grupo social y en otros casos “subraya que otras personas tienen una moralidad diferente”[4], esta es la idea del subjetivista. Pero de ningún modo, no puede haber sociedad sin algunas reglas morales, esto no significa que un grupo social, pueda marginar, rechazar o tratar como enemigo aquel hombre amoral, ya que no puede pensar en justificaciones.
Para los subjetivistas los juicios morales de un hombre, consignan sus propias actitudes, no se puede decir si son verdaderos o falsos, su valor le es asignado por el propio hombre, pero es evidente que existan desacuerdos morales y que puedan entrar en conflicto; y no hay forma de mostrar que una postura es correcta o errónea, ya que éstas no se refieren a hechos factuales, la moralidad no es reflejar el mundo, sino cambiarlo, “la moralidad se refiere a cosas tales como principios de acción, elección, responsabilidad”[5]; los subjetivistas, deben reconocer que si cada uno tiene sus propias actitudes morales, individual, particular y diferente a cada uno, los demás no podríamos entenderlos, ni comunicarnos; sin embargo debe existir algún principio que hace posible entender esa conducta moral, de allí la necesidad de ciertos principios capaces de ser aceptados por todos o grupos sociales.
Por otro lado, es correcto para una sociedad dada o cada sociedad tiene sus propios estándares, son proposiciones que trata el relativismo moral, donde existe un reconocimiento de la pluralidad de las culturas[6], y existe la aceptación de la diversidad, y la no destrucción de las culturas más débiles, obviamente respaldada por una tolerancia; sin embargo, hasta qué punto debiéramos ser tolerantes a todo tipo de práctica moral? Actuar así, es dar lugar a un relativismo vulgar; pero, es una confusión extraer “un principio a priori no relativo para determinar la actitud de una sociedad hacia otra; ésto es imposible”[7]. Sin embargo no podemos negar que existen rasgos inherentes a la moralidad, y que solamente se aplican a una sociedad, de allí que se sostenga la existencia de ciertos elementos presentes en toda moralidad y que hagan posible una universalización de la ética.
II
Es posible que muchas personas influenciados por los nihilistas, subjetivistas y relativistas, dejen de preocuparse por los problemas morales; sin embargo, como mencionaba Rawls, “lo que revela nuestra naturaleza moral no son los fines elegidos, sino justo la capacidad racional para elegir fines”[8], de allí que existen preocupaciones humanas que son universales, y que contienen elementos compartidos claramente transculturales, por ejemplo, la confianza o creedibilidad de las predicciones[9].
Vemos ese ideal de la configuración de una ética universalista, en el ideal kantiano de dignidad, ya que aporta al reconocimiento del potencial humano universal, la confianza en la capacidad de todos los hombres para dirigir su vida por principios, capaz de ser imitados por otros. Según Savater, la dignidad y la humanidad se fundan en la solidaridad, la más alta realización del ideal ético al que puede asumirse comunitariamente.[10]
A lo largo de la historia de la Filosofía, se ha encontrado esa misma preocupación de la búsqueda de ese “algo” capaz de ser aceptado por todos; pero, aún muchas personas se resisten a investigarlo y en muchos casos hasta aceptarlo.
La Humanidad siempre ha aspirado a principios universales que regulen la vida humana para una mejor convivencia; su fundamento sólo hay que buscarlo en nuestra propia naturaleza, donde la recta razón a manera de una ‘ley natural’, guía nuestra vida hacia el bien común.
Los filósofos griegos fueron los primeros en elaborar una doctrina de la ‘ley natural’, Heráclito, Aristóteles y los filósofos estoicos; éstos últimos pensaban que el cosmos esta ordenado respondiendo a un principio racional, logos o llamado también Dios, alma o destino. Toda naturaleza humana es parte del cosmos, vivir conforme a la ley natural es vivir en armonía con la propia naturaleza, pensamiento que será seguido por Cicerón y Séneca.
Santo Tomás de Aquino, ha sido quien mejor ha analizado la ley natural, ésta es la participación de la criatura racional en la ley eterna, ya que sólo es posible distinguir el bien y el mal mediante el conocimiento natural de la razón.
En la edad moderna, la ley natural es analizada a partir del Iusnaturalismo moderno, representado por T. Hobbes, consideraba que la ley de la naturaleza es el dictado de razón, conocedora de aquellas cosas que deben hacerse u omitirse para la conservación de la vida, ya que debe esforzarse fundamentalmente para conseguir paz y seguridad[11]. Para el filósofo empirista John Locke, el estado de naturaleza tiene sus propias leyes por las que gobierna y obliga a todos, al igual que San Pablo, esta ley esta escrita en el corazón de todos los hombres, ya que el fin de la ley natural es la paz y la conservación de su propia vida y de la humanidad entera. Locke confiere mayor importancia al derecho de la propiedad privada como derecho natural[12].
Kant al igual que Rousseau consideran que en el estado de naturaleza el hombre poseía la libertad como principio a priori, pero éste no se podía garantizar por la inseguridad reinante, de allí la necesidad de un contrato social. Para Kant, el estado de naturaleza se rige por derecho privado y se fundamenta en la justicia conmutativa[13].
La concepción del iusnaturalismo moderno, dejará de tener vigencia en la reflexión filosófica a partir de las críticas de David Hume; no obstante es durante el siglo XIX que el espíritu crítico dominó las discusiones sobre ley natural, ya que su misma existencia se creía improbable; pero, los rezagos de la Segunda Guerra Mundial, reavivaron el interés por hallar una norma superior que regule las relaciones de los hombres en sus fundamentos últimos, estamos haciendo referencia a la Declaración de los Derechos Humanos, ésta se constituyó en un principio ético-moral, fundado en la propia naturaleza humana.
Si la reflexión filosófica en momentos históricos aceptó la ley natural y en otros no, la Doctrina de la Iglesia no abandonó tal reflexión, y aunque ésta no le confiere un papel protagónico, no la olvidado ya que la ‘ley natural’ como lo señalaba San Pablo está escrita en el corazón de todos los hombres que nos manda ante todo hacer el bien y evitar el mal. La ley natural ordena siempre obrar según la razón para alcanzar los fines fundamentales del hombre, en la construcción de una sociedad humana basada en la justicia, solidaridad y libertad.
III
Para Jorge Adame, la referencia natural del actuar de la persona hacia la verdad acerca de su propio perfeccionamiento o verdad sobre el hombre, le hace ver la relación de conveniencia o disconveniencia de sus actos con su perfeccionamiento. Esa relación en cuanto es algo evidente, no dependiendo de la voluntad, aunque cognoscible por su razón, se manifiesta como una ley que rige el comportamiento de la persona en orden de su perfección, ley que es llamada ley moral o ley natural y que la persona debe respetar[14], en cuanto son primeros principios del orden moral[15].
El derecho natural está constituido por prescripciones de la razón natural que enuncian un deber de justicia. Estas prescripciones son parte de la llamada ley natural[16]. Para Javier Hervada, el estudio pormenorizado de la ley natural, no corresponde a la ciencia del derecho natural, sino a la filosofía moral.
El punto de partida para Hervada reside en advertir que la ley natural no se trata de una teoría, sino de un hecho. Por tanto, la llamada teoría o doctrina de la ley natural no es otra cosa que la explicación científica de ese hecho de experiencia, que es un dato natural del hombre[17].
Para el autor, el hecho de la experiencia en relación a la conducta humana, nuestra razón no juzga como indiferentes todos los actos que el hombre físicamente puede realizar, sino con independencia de las leyes dadas por los hombres, emite juicios de obligación: debe hacerse esto, debe evitarse aquello. En conexión con estos juicios deónticos emite juicios estimativos o de valoración: está bien tal acto, está mal haber hecho tal cosa. Estos juicios giran en torno a dos nociones, una contraria a la otra, que son las del bien y del mal. Planteadas por Santo Tomás de Aquino, el bien o lo bueno es lo que debe hacerse; el mal o lo malo es lo que debe evitarse. Es la razón lo que nos permite hacer tal distinción.
El bien y el mal se refieren a lo que llamamos ámbito ético o moral, es decir a la conducta humana en cuanto está o no de acuerdo con lo que es el hombre, con su ser y con sus fines.
En otras palabras, los juicios deónticos — del deber— aparecen como una ley del obrar, como norma vinculante de conducta, que puede obedecerse o quebrantarse. Y como ley objetiva, distinta de las elecciones, preferencias e intereses del sujeto. Los juicios deónticos de razón, con carácter de norma vinculante o ley, que todo hombre observa en sí, con independencia de lo establecido por la sociedad, es lo que se denomina ley natural[18].
Esta ley es natural, porque no procede de factores culturales, sino de la estructura psicológico-moral del ser humano. Es una operación natural de nuestra inteligencia. La experiencia personal de cada uno muestra que es; de lo contrario, si no fuese una operación natural, no existiría la disociación entre lo que comprendemos que debe hacerse y no queremos hacer, o que debe evitarse y queremos hacer, porque la razón se limitaría a enunciar lo único que captaría, que sería la preferencia de nuestra voluntad. Para Hervada el hombre normal sería amoral y se limitaría a juicios “técnicos” de conveniencia, interés y utilidad[19].
Por tanto, la conciencia del deber obedece necesariamente a una estructura mental de la razón práctica. Por lo demás es claro que si los juicios deónticos obedecen a una estructura natural de la razón práctica y hay un núcleo fundamental de tales juicios que son independientes de la sociedad, lo cual es evidente, la existencia de una ley natural[20].
La noción de derecho y ley natural, permanece como una herencia duradera de la filosofía jurídica y moral. Su importancia, trasciende al horizonte de circunstancias y de tiempo que la explican históricamente. Representa una actitud fundamental del cristiano ante el problema de la vida y de la sociedad. Ha sobrevivido a Santo Tomás de Aquino, así como al catolicismo medieval.
IV
A lo largo de la historia de la filosofía y la teología, la ley natural ha sido analizada desde diversas perspectivas; sin embargo, es el planteamiento de Santo Tomás de Aquino, el que aún se mantiene vigente y nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II
La norma de la Encíclica Humanae vitae afecta a todos los hombres, en cuanto que es una norma de la ley natural y se basa en la conformidad con la razón humana (cuando ésta, se entiende, busca la verdad). Con mayor razón ella concierne a todos los fieles, miembros de la Iglesia, puesto que el carácter razonable de esta norma encuentra indirectamente confirmación y sólido sostén en el conjunto de la "teología del cuerpo". Desde este punto de vista hemos hablado, en anteriores análisis, del "ethos" de la redención del cuerpo.
La norma de la ley natural, basada en este "ethos", encuentra no solamente una nueva expresión, sino también un fundamento más pleno antropológico y ético, bien sea en la palabra del Evangelio, bien sea en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.[21]
Como vemos, la ley natural, no sólo encuentra una expresión más plena en el fundamento antropológico y ético, sino también en la palabra del Evangelio o en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.
Hay, pues, razones suficientes para que los creyentes y, en particular los teólogos relean y comprendan cada vez más profundamente la doctrina moral de la Encíclica en este contexto integral.
La unidad de los dos aspectos del problema de la dimensión sacramental (o sea, teológica) y de la personalística corresponde a la global "revelación del cuerpo". De aquí se deriva también la conexión de la visión estrictamente teológica con la ética, que nace de la "ley natural". En efecto, el sujeto de la ley natural es el hombre no sólo en el aspecto "natural" de su existencia, sino también en la verdad integral de su subjetividad personal.
En la Edad Media, era frecuente encontrar disensiones y errores fuera del camino de Dios; pero, la razón humana, con sus fuerzas y su luz natural, podían llegar al conocimiento verdadero y cierto de un Dios único y personal, que con su Providencia sostiene y gobierna el mundo, producto de la ley natural impresa por el Creador en nuestras almas; sin embargo, no son pocos los obstáculos que impiden a la razón el empleo eficaz y fructuoso de su potencia natural.
Porque las verdades, que se refieren a Dios y a las relaciones entre los hombres y Dios, rebasan completamente el orden de los seres sensibles y cuando entran en la práctica de la vida y la informan, exigen el sacrificio y la abnegación propia. Seguir el camino de Dios, es lograr el bien común, para una mejor convivencia, entre los hombres en una vida social más sana; sin embargo, encuentran grandes problemas que van en contra el bien común, como es el aborto y la eutanasia
El Papa Juan Pablo II, en un encuentro en Denver[22], considera que existe una crisis actual en torno a la ley natural una reflexión profunda del tema de la vida, nos debería conducirnos a una conciencia más profunda de la contradicción interna que existe en una parte de la cultura de la metrópoli moderna y postmoderna.
Muchas naciones recogieron ciertos derechos inalienables en sus Constituciones, en concordancia con los Derechos del hombre, para el Papa Juan Pablo II, lo hicieron porque reconocían la existencia de una ley, esculpida por el Creador en el corazón y en la conciencia de cada persona.
En gran parte del pensamiento contemporáneo, no se hace referencia a esa ley garantizada por el Creador, ya que sólo queda a cada persona la posibilidad de elegir este o aquel objetivo como conveniente o útil en un determinado conjunto de circunstancias, tal como lo plateaba Peirce y Dewey en su pragmatismo a inicios del siglo XX; y posteriormente en la década de los 80’ con la llamada Postmodernidad, el valor del presente, el hedonismo, el rechazo a la razón y a todo metarrelato ( ciencia, filosofía y religión); fundamentará la ética y la moral, en principios convenientes de acuerdo a las circunstancias, donde se configura el más exacerbado pragmatismo- postmoderno, — Richar Rorty—. Por tanto, para estas concepciones éticas, no existe nada que se considere intrínsecamente bueno y universalmente vinculante, el relativismo en todas sus formas, es algo que esta presente.
Los postmodernistas al rechazar la existencia de la Verdad; pero, al afirmar los derechos y no tener ninguna referencia a una verdad objetiva, carecen de cualquier base sólida. Por ello, existe una gran confusión en amplios sectores de la sociedad acerca de lo que está bien y lo que está mal.
Al no tener un referente claro de fundamento ético, las personas se sujetan a quienes hoy tienen el poder de crear opinión e imponerla a los demás en un proceso de persuasión continua[23]. Su discernimiento o reflexión de lo bueno y lo malo, no de da por un proceso de razón práctica, ley natural, es casi imposible, ya que según G. Sartori, la naturaleza del hombre es hoy la de un homo videns.
El homo sapiens al utilizar un lenguaje abstracto desarrolla su capacidad de pensamiento, razón; pero, desde el momento en cual éste deja de hacer abstracciones y se convierte en un homo videns, guiado por sus sensaciones y percepciones, pierde su capacidad de entender y crear símbolos. Gad Lerner, considera que “la televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella nuestra capacidad de entender”[24].
Para Giovanni Sartorri, el lenguaje conceptual es sustituido por un lenguaje perceptivo y concreto, que es significativamente más pobre, no solo en cuanto a palabras, sino en cuanto a la riqueza de significados, es decir, la capacidad connotativa, el fundamento moral y ético, no es producto de una ley natural, sino del carácter emocional e intuitivo de nuestro actuar, de acuerdo a las circunstancias del presente.
La crisis de la moral y la ética desde los 80’ y el predominio de un neoliberalismo en diversos ámbitos de desenvolvimiento humano, han llevado mitificar la libertad sin límites y responsabilidades, las personas sin guía y una obligación moral, han llevado a la crisis de la familia, donde esta se ha visto especialmente atacada.
De allí, que la libertad del individuo le lleva a legitimar derechos que violan derechos humanos, y por tanto niegan el carácter sagrado de la vida humana, aprueban el aborto, la eutanasia, la pena de muerte, etc.
Por tanto, como lo menciona el papa Juan Pablo II, los miembros más débiles de la sociedad son los que corren mayor riesgo: los no nacidos, los niños, los enfermos, los minusválidos, los ancianos, los pobres y los desocupados, los inmigrantes, los refugiados y el Sur del mundo[25].
Frente a las posturas pragmáticas-postmodernas, la crisis de la ética y la moralidad a fines del siglo XX, hoy nos preguntamos ¿existe un fundamento mínimo, capaz de ser considerado por “todos”? o ¿cuál es ese último fundamento, que nos permite distinguir el bien y el mal?
V
El hombre, debe hacer libremente el bien y evitar el mal; pero, para ello debe distinguir el bien y el mal, y esto sucede, gracias a la luz de la razón natural, para los cristianos es el reflejo en el hombre del esplendor del rostro de Dios, para los no cristianos existe dentro de nuestro estado psicológico-moral, una operación natural de nuestra inteligencia que permite distinguir el bien y el mal. De esta manera, la ley natural, asume esta denominación no por relación a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la promulga es la propia naturaleza humana.
Asumimos la urgencia y la dificultad de este compromiso, conscientes de que todo ser humano está llamado a actuar en el mundo concreto de hoy: un mundo incierto y cambiante, tentado de sacrificar la trascendencia por la inmanencia, y los valores supremos por valores inmediatistas, e inclinado a refugiarse en el convencionalismo pragmático, en vez de la búsqueda de la Verdad y el Bien común.
BIBLIOGRAFIA
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ZAMBRANO, El Hombre y lo divino, México, Fondo de Cultura Económica, 1993
[1] Bernad Williams. 1991. Introducción a la ética, Madrid: Ediciones Cátedra, 17
[2] Loc. cit.
[3] Ibid., 17
[4] Ibid., 26
[5] Ibid., 46
[6] Fernando Salmerón. Etica y Diversidad Cultural, 67
[7] Willians Bernad. Op. cit., 36
[8] J. Rawls. 1973. Teoría de la Justicia,71
[9] Fernando Salmerón. Op. cit., 68
[10] Fernando Savater. Invitación a la ética, 78
[11] HOBBES. Leviathan, cap. XIV, 106
[12] LOCKE, John. Two Treatises of Government, § 6, 22, 57.
[13] José Fernandez Santillan. “Locke y Kant”. Ensayos de Filosofía Política, 62
[14] Jorge Adame. Cuadernos Constitucionales. México- Centroamérica N° 21 Naturaleza, Persona y Derechos Humanos , 156
[15] Santo Tomas de Aquino. Suma Teológica, 1-2 q.94 a.1, 126
[16] Javier Hervada, Introducción crítica al Derecho natural , 138
[17] Ibid., 139
[18] Ibid., 141
[19] Ibid., 142
[20] Loc. cit.
[21] JUAN PABLO II, “La norma moral de la Encíclica Humanae vitae sobre el acto matrimonial” - 18/7/1984 http://www.servidoras.org.ar/cgi- olioisa.dll/vida.nfo
[22] Pedro Lasanta (editor). Diccionario Social y Moral de Juan Pablo II, 321
[23] Umberto Eco, Cinco escritos morales, 75-80
[24] Gionanni Sartori, Homo Videns, 47
[25] Juan Pablo II. “Discurso en la vigilia de oración en la VIII Jornada mundial de la Juventud, 14-8-1993”. En Pedro Jesús Lasanta, Op. Cit., 322
En la primera sección, se presentará una breve introducción de lo que constituye el nihilismo, subjetivismo y relativismo ético; en una segunda sección, un análisis sucinto del universalismo ético; en la tercera sección la ley natural; en la cuarta, la visión de la Iglesia Católica y finalmente conclusiones a las que se ha llegado.
I
Es usual en algunas personas escuchar “dame una razón para hacer algo; nada tiene sentido”[1] o “por qué hay algo que yo tuviera o debiera hacer?”[2], ésta es la exigencia a un argumento capaz de justificar determinadas acciones; sin embargo, Williams Bernard, menciona inducirle a interesarse por una conducta moral por vía del razonamiento, es muy dudoso que pueda existir tal cosa. Lo que necesita es ayuda, esperanza, no razonamientos; aunque, exista implícitamente alguna razón por mínima que sea ésta; pero, tales razonamientos que se exigen serían capaz de hacer argumentos en contra aquellas personas que se dicen amorales y capaz de persuadirlos; sin embargo, es la irracionalidad lo que los domina, “no se trata de un hombre sin moral, sino de un hombre con una moralidad peculiar”[3], una moralidad distinta en algunos casos compartida por un grupo social y en otros casos “subraya que otras personas tienen una moralidad diferente”[4], esta es la idea del subjetivista. Pero de ningún modo, no puede haber sociedad sin algunas reglas morales, esto no significa que un grupo social, pueda marginar, rechazar o tratar como enemigo aquel hombre amoral, ya que no puede pensar en justificaciones.
Para los subjetivistas los juicios morales de un hombre, consignan sus propias actitudes, no se puede decir si son verdaderos o falsos, su valor le es asignado por el propio hombre, pero es evidente que existan desacuerdos morales y que puedan entrar en conflicto; y no hay forma de mostrar que una postura es correcta o errónea, ya que éstas no se refieren a hechos factuales, la moralidad no es reflejar el mundo, sino cambiarlo, “la moralidad se refiere a cosas tales como principios de acción, elección, responsabilidad”[5]; los subjetivistas, deben reconocer que si cada uno tiene sus propias actitudes morales, individual, particular y diferente a cada uno, los demás no podríamos entenderlos, ni comunicarnos; sin embargo debe existir algún principio que hace posible entender esa conducta moral, de allí la necesidad de ciertos principios capaces de ser aceptados por todos o grupos sociales.
Por otro lado, es correcto para una sociedad dada o cada sociedad tiene sus propios estándares, son proposiciones que trata el relativismo moral, donde existe un reconocimiento de la pluralidad de las culturas[6], y existe la aceptación de la diversidad, y la no destrucción de las culturas más débiles, obviamente respaldada por una tolerancia; sin embargo, hasta qué punto debiéramos ser tolerantes a todo tipo de práctica moral? Actuar así, es dar lugar a un relativismo vulgar; pero, es una confusión extraer “un principio a priori no relativo para determinar la actitud de una sociedad hacia otra; ésto es imposible”[7]. Sin embargo no podemos negar que existen rasgos inherentes a la moralidad, y que solamente se aplican a una sociedad, de allí que se sostenga la existencia de ciertos elementos presentes en toda moralidad y que hagan posible una universalización de la ética.
II
Es posible que muchas personas influenciados por los nihilistas, subjetivistas y relativistas, dejen de preocuparse por los problemas morales; sin embargo, como mencionaba Rawls, “lo que revela nuestra naturaleza moral no son los fines elegidos, sino justo la capacidad racional para elegir fines”[8], de allí que existen preocupaciones humanas que son universales, y que contienen elementos compartidos claramente transculturales, por ejemplo, la confianza o creedibilidad de las predicciones[9].
Vemos ese ideal de la configuración de una ética universalista, en el ideal kantiano de dignidad, ya que aporta al reconocimiento del potencial humano universal, la confianza en la capacidad de todos los hombres para dirigir su vida por principios, capaz de ser imitados por otros. Según Savater, la dignidad y la humanidad se fundan en la solidaridad, la más alta realización del ideal ético al que puede asumirse comunitariamente.[10]
A lo largo de la historia de la Filosofía, se ha encontrado esa misma preocupación de la búsqueda de ese “algo” capaz de ser aceptado por todos; pero, aún muchas personas se resisten a investigarlo y en muchos casos hasta aceptarlo.
La Humanidad siempre ha aspirado a principios universales que regulen la vida humana para una mejor convivencia; su fundamento sólo hay que buscarlo en nuestra propia naturaleza, donde la recta razón a manera de una ‘ley natural’, guía nuestra vida hacia el bien común.
Los filósofos griegos fueron los primeros en elaborar una doctrina de la ‘ley natural’, Heráclito, Aristóteles y los filósofos estoicos; éstos últimos pensaban que el cosmos esta ordenado respondiendo a un principio racional, logos o llamado también Dios, alma o destino. Toda naturaleza humana es parte del cosmos, vivir conforme a la ley natural es vivir en armonía con la propia naturaleza, pensamiento que será seguido por Cicerón y Séneca.
Santo Tomás de Aquino, ha sido quien mejor ha analizado la ley natural, ésta es la participación de la criatura racional en la ley eterna, ya que sólo es posible distinguir el bien y el mal mediante el conocimiento natural de la razón.
En la edad moderna, la ley natural es analizada a partir del Iusnaturalismo moderno, representado por T. Hobbes, consideraba que la ley de la naturaleza es el dictado de razón, conocedora de aquellas cosas que deben hacerse u omitirse para la conservación de la vida, ya que debe esforzarse fundamentalmente para conseguir paz y seguridad[11]. Para el filósofo empirista John Locke, el estado de naturaleza tiene sus propias leyes por las que gobierna y obliga a todos, al igual que San Pablo, esta ley esta escrita en el corazón de todos los hombres, ya que el fin de la ley natural es la paz y la conservación de su propia vida y de la humanidad entera. Locke confiere mayor importancia al derecho de la propiedad privada como derecho natural[12].
Kant al igual que Rousseau consideran que en el estado de naturaleza el hombre poseía la libertad como principio a priori, pero éste no se podía garantizar por la inseguridad reinante, de allí la necesidad de un contrato social. Para Kant, el estado de naturaleza se rige por derecho privado y se fundamenta en la justicia conmutativa[13].
La concepción del iusnaturalismo moderno, dejará de tener vigencia en la reflexión filosófica a partir de las críticas de David Hume; no obstante es durante el siglo XIX que el espíritu crítico dominó las discusiones sobre ley natural, ya que su misma existencia se creía improbable; pero, los rezagos de la Segunda Guerra Mundial, reavivaron el interés por hallar una norma superior que regule las relaciones de los hombres en sus fundamentos últimos, estamos haciendo referencia a la Declaración de los Derechos Humanos, ésta se constituyó en un principio ético-moral, fundado en la propia naturaleza humana.
Si la reflexión filosófica en momentos históricos aceptó la ley natural y en otros no, la Doctrina de la Iglesia no abandonó tal reflexión, y aunque ésta no le confiere un papel protagónico, no la olvidado ya que la ‘ley natural’ como lo señalaba San Pablo está escrita en el corazón de todos los hombres que nos manda ante todo hacer el bien y evitar el mal. La ley natural ordena siempre obrar según la razón para alcanzar los fines fundamentales del hombre, en la construcción de una sociedad humana basada en la justicia, solidaridad y libertad.
III
Para Jorge Adame, la referencia natural del actuar de la persona hacia la verdad acerca de su propio perfeccionamiento o verdad sobre el hombre, le hace ver la relación de conveniencia o disconveniencia de sus actos con su perfeccionamiento. Esa relación en cuanto es algo evidente, no dependiendo de la voluntad, aunque cognoscible por su razón, se manifiesta como una ley que rige el comportamiento de la persona en orden de su perfección, ley que es llamada ley moral o ley natural y que la persona debe respetar[14], en cuanto son primeros principios del orden moral[15].
El derecho natural está constituido por prescripciones de la razón natural que enuncian un deber de justicia. Estas prescripciones son parte de la llamada ley natural[16]. Para Javier Hervada, el estudio pormenorizado de la ley natural, no corresponde a la ciencia del derecho natural, sino a la filosofía moral.
El punto de partida para Hervada reside en advertir que la ley natural no se trata de una teoría, sino de un hecho. Por tanto, la llamada teoría o doctrina de la ley natural no es otra cosa que la explicación científica de ese hecho de experiencia, que es un dato natural del hombre[17].
Para el autor, el hecho de la experiencia en relación a la conducta humana, nuestra razón no juzga como indiferentes todos los actos que el hombre físicamente puede realizar, sino con independencia de las leyes dadas por los hombres, emite juicios de obligación: debe hacerse esto, debe evitarse aquello. En conexión con estos juicios deónticos emite juicios estimativos o de valoración: está bien tal acto, está mal haber hecho tal cosa. Estos juicios giran en torno a dos nociones, una contraria a la otra, que son las del bien y del mal. Planteadas por Santo Tomás de Aquino, el bien o lo bueno es lo que debe hacerse; el mal o lo malo es lo que debe evitarse. Es la razón lo que nos permite hacer tal distinción.
El bien y el mal se refieren a lo que llamamos ámbito ético o moral, es decir a la conducta humana en cuanto está o no de acuerdo con lo que es el hombre, con su ser y con sus fines.
En otras palabras, los juicios deónticos — del deber— aparecen como una ley del obrar, como norma vinculante de conducta, que puede obedecerse o quebrantarse. Y como ley objetiva, distinta de las elecciones, preferencias e intereses del sujeto. Los juicios deónticos de razón, con carácter de norma vinculante o ley, que todo hombre observa en sí, con independencia de lo establecido por la sociedad, es lo que se denomina ley natural[18].
Esta ley es natural, porque no procede de factores culturales, sino de la estructura psicológico-moral del ser humano. Es una operación natural de nuestra inteligencia. La experiencia personal de cada uno muestra que es; de lo contrario, si no fuese una operación natural, no existiría la disociación entre lo que comprendemos que debe hacerse y no queremos hacer, o que debe evitarse y queremos hacer, porque la razón se limitaría a enunciar lo único que captaría, que sería la preferencia de nuestra voluntad. Para Hervada el hombre normal sería amoral y se limitaría a juicios “técnicos” de conveniencia, interés y utilidad[19].
Por tanto, la conciencia del deber obedece necesariamente a una estructura mental de la razón práctica. Por lo demás es claro que si los juicios deónticos obedecen a una estructura natural de la razón práctica y hay un núcleo fundamental de tales juicios que son independientes de la sociedad, lo cual es evidente, la existencia de una ley natural[20].
La noción de derecho y ley natural, permanece como una herencia duradera de la filosofía jurídica y moral. Su importancia, trasciende al horizonte de circunstancias y de tiempo que la explican históricamente. Representa una actitud fundamental del cristiano ante el problema de la vida y de la sociedad. Ha sobrevivido a Santo Tomás de Aquino, así como al catolicismo medieval.
IV
A lo largo de la historia de la filosofía y la teología, la ley natural ha sido analizada desde diversas perspectivas; sin embargo, es el planteamiento de Santo Tomás de Aquino, el que aún se mantiene vigente y nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II
La norma de la Encíclica Humanae vitae afecta a todos los hombres, en cuanto que es una norma de la ley natural y se basa en la conformidad con la razón humana (cuando ésta, se entiende, busca la verdad). Con mayor razón ella concierne a todos los fieles, miembros de la Iglesia, puesto que el carácter razonable de esta norma encuentra indirectamente confirmación y sólido sostén en el conjunto de la "teología del cuerpo". Desde este punto de vista hemos hablado, en anteriores análisis, del "ethos" de la redención del cuerpo.
La norma de la ley natural, basada en este "ethos", encuentra no solamente una nueva expresión, sino también un fundamento más pleno antropológico y ético, bien sea en la palabra del Evangelio, bien sea en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.[21]
Como vemos, la ley natural, no sólo encuentra una expresión más plena en el fundamento antropológico y ético, sino también en la palabra del Evangelio o en la acción purificante y fortificante del Espíritu Santo.
Hay, pues, razones suficientes para que los creyentes y, en particular los teólogos relean y comprendan cada vez más profundamente la doctrina moral de la Encíclica en este contexto integral.
La unidad de los dos aspectos del problema de la dimensión sacramental (o sea, teológica) y de la personalística corresponde a la global "revelación del cuerpo". De aquí se deriva también la conexión de la visión estrictamente teológica con la ética, que nace de la "ley natural". En efecto, el sujeto de la ley natural es el hombre no sólo en el aspecto "natural" de su existencia, sino también en la verdad integral de su subjetividad personal.
En la Edad Media, era frecuente encontrar disensiones y errores fuera del camino de Dios; pero, la razón humana, con sus fuerzas y su luz natural, podían llegar al conocimiento verdadero y cierto de un Dios único y personal, que con su Providencia sostiene y gobierna el mundo, producto de la ley natural impresa por el Creador en nuestras almas; sin embargo, no son pocos los obstáculos que impiden a la razón el empleo eficaz y fructuoso de su potencia natural.
Porque las verdades, que se refieren a Dios y a las relaciones entre los hombres y Dios, rebasan completamente el orden de los seres sensibles y cuando entran en la práctica de la vida y la informan, exigen el sacrificio y la abnegación propia. Seguir el camino de Dios, es lograr el bien común, para una mejor convivencia, entre los hombres en una vida social más sana; sin embargo, encuentran grandes problemas que van en contra el bien común, como es el aborto y la eutanasia
El Papa Juan Pablo II, en un encuentro en Denver[22], considera que existe una crisis actual en torno a la ley natural una reflexión profunda del tema de la vida, nos debería conducirnos a una conciencia más profunda de la contradicción interna que existe en una parte de la cultura de la metrópoli moderna y postmoderna.
Muchas naciones recogieron ciertos derechos inalienables en sus Constituciones, en concordancia con los Derechos del hombre, para el Papa Juan Pablo II, lo hicieron porque reconocían la existencia de una ley, esculpida por el Creador en el corazón y en la conciencia de cada persona.
En gran parte del pensamiento contemporáneo, no se hace referencia a esa ley garantizada por el Creador, ya que sólo queda a cada persona la posibilidad de elegir este o aquel objetivo como conveniente o útil en un determinado conjunto de circunstancias, tal como lo plateaba Peirce y Dewey en su pragmatismo a inicios del siglo XX; y posteriormente en la década de los 80’ con la llamada Postmodernidad, el valor del presente, el hedonismo, el rechazo a la razón y a todo metarrelato ( ciencia, filosofía y religión); fundamentará la ética y la moral, en principios convenientes de acuerdo a las circunstancias, donde se configura el más exacerbado pragmatismo- postmoderno, — Richar Rorty—. Por tanto, para estas concepciones éticas, no existe nada que se considere intrínsecamente bueno y universalmente vinculante, el relativismo en todas sus formas, es algo que esta presente.
Los postmodernistas al rechazar la existencia de la Verdad; pero, al afirmar los derechos y no tener ninguna referencia a una verdad objetiva, carecen de cualquier base sólida. Por ello, existe una gran confusión en amplios sectores de la sociedad acerca de lo que está bien y lo que está mal.
Al no tener un referente claro de fundamento ético, las personas se sujetan a quienes hoy tienen el poder de crear opinión e imponerla a los demás en un proceso de persuasión continua[23]. Su discernimiento o reflexión de lo bueno y lo malo, no de da por un proceso de razón práctica, ley natural, es casi imposible, ya que según G. Sartori, la naturaleza del hombre es hoy la de un homo videns.
El homo sapiens al utilizar un lenguaje abstracto desarrolla su capacidad de pensamiento, razón; pero, desde el momento en cual éste deja de hacer abstracciones y se convierte en un homo videns, guiado por sus sensaciones y percepciones, pierde su capacidad de entender y crear símbolos. Gad Lerner, considera que “la televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella nuestra capacidad de entender”[24].
Para Giovanni Sartorri, el lenguaje conceptual es sustituido por un lenguaje perceptivo y concreto, que es significativamente más pobre, no solo en cuanto a palabras, sino en cuanto a la riqueza de significados, es decir, la capacidad connotativa, el fundamento moral y ético, no es producto de una ley natural, sino del carácter emocional e intuitivo de nuestro actuar, de acuerdo a las circunstancias del presente.
La crisis de la moral y la ética desde los 80’ y el predominio de un neoliberalismo en diversos ámbitos de desenvolvimiento humano, han llevado mitificar la libertad sin límites y responsabilidades, las personas sin guía y una obligación moral, han llevado a la crisis de la familia, donde esta se ha visto especialmente atacada.
De allí, que la libertad del individuo le lleva a legitimar derechos que violan derechos humanos, y por tanto niegan el carácter sagrado de la vida humana, aprueban el aborto, la eutanasia, la pena de muerte, etc.
Por tanto, como lo menciona el papa Juan Pablo II, los miembros más débiles de la sociedad son los que corren mayor riesgo: los no nacidos, los niños, los enfermos, los minusválidos, los ancianos, los pobres y los desocupados, los inmigrantes, los refugiados y el Sur del mundo[25].
Frente a las posturas pragmáticas-postmodernas, la crisis de la ética y la moralidad a fines del siglo XX, hoy nos preguntamos ¿existe un fundamento mínimo, capaz de ser considerado por “todos”? o ¿cuál es ese último fundamento, que nos permite distinguir el bien y el mal?
V
El hombre, debe hacer libremente el bien y evitar el mal; pero, para ello debe distinguir el bien y el mal, y esto sucede, gracias a la luz de la razón natural, para los cristianos es el reflejo en el hombre del esplendor del rostro de Dios, para los no cristianos existe dentro de nuestro estado psicológico-moral, una operación natural de nuestra inteligencia que permite distinguir el bien y el mal. De esta manera, la ley natural, asume esta denominación no por relación a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la promulga es la propia naturaleza humana.
Asumimos la urgencia y la dificultad de este compromiso, conscientes de que todo ser humano está llamado a actuar en el mundo concreto de hoy: un mundo incierto y cambiante, tentado de sacrificar la trascendencia por la inmanencia, y los valores supremos por valores inmediatistas, e inclinado a refugiarse en el convencionalismo pragmático, en vez de la búsqueda de la Verdad y el Bien común.
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[1] Bernad Williams. 1991. Introducción a la ética, Madrid: Ediciones Cátedra, 17
[2] Loc. cit.
[3] Ibid., 17
[4] Ibid., 26
[5] Ibid., 46
[6] Fernando Salmerón. Etica y Diversidad Cultural, 67
[7] Willians Bernad. Op. cit., 36
[8] J. Rawls. 1973. Teoría de la Justicia,71
[9] Fernando Salmerón. Op. cit., 68
[10] Fernando Savater. Invitación a la ética, 78
[11] HOBBES. Leviathan, cap. XIV, 106
[12] LOCKE, John. Two Treatises of Government, § 6, 22, 57.
[13] José Fernandez Santillan. “Locke y Kant”. Ensayos de Filosofía Política, 62
[14] Jorge Adame. Cuadernos Constitucionales. México- Centroamérica N° 21 Naturaleza, Persona y Derechos Humanos , 156
[15] Santo Tomas de Aquino. Suma Teológica, 1-2 q.94 a.1, 126
[16] Javier Hervada, Introducción crítica al Derecho natural , 138
[17] Ibid., 139
[18] Ibid., 141
[19] Ibid., 142
[20] Loc. cit.
[21] JUAN PABLO II, “La norma moral de la Encíclica Humanae vitae sobre el acto matrimonial” - 18/7/1984 http://www.servidoras.org.ar/cgi- olioisa.dll/vida.nfo
[22] Pedro Lasanta (editor). Diccionario Social y Moral de Juan Pablo II, 321
[23] Umberto Eco, Cinco escritos morales, 75-80
[24] Gionanni Sartori, Homo Videns, 47
[25] Juan Pablo II. “Discurso en la vigilia de oración en la VIII Jornada mundial de la Juventud, 14-8-1993”. En Pedro Jesús Lasanta, Op. Cit., 322
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